En nuestra colectividad muchos llevan el nombre del Profeta, honrando la vida y tratando de imitar sus cualidades.
En oriente varias Iglesias se erigen en su nombre.
Para recordar presentamos a continuación un breve relato de su vida:
Nació en la Transjordanía más o menos, el año 900 antes de Jesucristo. Para aquel entonces ya se había dividido el pueblo elegido en dos reinos, quedando al norte Israel (capital Samaria) y al sur Judá (capital Jerusalén).
Hemos de acudir a las Sagradas Escrituras para conocer lo que le sucedió al profeta cuyo nombre habla mucho de Dios (“Mi Dios es Yahvé” significa “El” y “IA”). Allí, en concreto en 1 Re 17-19-21 y 2 Re 1-2.
Elías cumplía con su misión de profeta que le había encomendado Dios y unge a Eliseo como su sucesor. Entonces, mientras caminaban, un carro de fuego arrebató a Elías de la tierra y lo subió al cielo.
De Elías, de su forma de ser y de su forma de comportarse, podemos extraer dos buenas conclusiones: llevó una vida contemplativa en intimidad con Dios (“Vive el Señor, en cuya presencia yo vivo, yo estoy”, en 1 Re 17,1) y una vida apostólica en el que manifestó un celo por la gloria de Dios y la justicia divina muy dignas de tener en cuenta (“Me abraso de celo por el Señor, Dios de los ejércitos”, en 1 Re 19,10).
Podemos dirigirnos a San Elías con la siguiente oración:
Dios todopoderoso y eterno, que concediste a tu Profeta Elías, nuestro Padre, vivir en tu presencia y arder por el celo de tu gloria, concédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Amén.
San Elías, ruega por nosotros.
Lic. Jorgelina Chale
Catequista
*Publicado en la Revista Allah Mahabba. Edición Impresa. N° 46. Año XV, agosto del 2015. Argentina
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