domingo, 16 de febrero de 2020

¿Somos nosotros también como Caifás, juzgamos a los otros, nos escandalizamos de ellos?

Reflexión ante el prendimiento de Jesús

"Los principales sacerdotes y todo el Concilio buscaban testimonio contra Jesús para entregarlo a la muerte, pero no lo hallaban,  porque muchos daban falso testimonio contra él, pero sus testimonios no concordaban.  Entonces, levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo: —Nosotros lo hemos oído decir: "Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro no hecho a mano."

Pero ni aun así concordaban en el testimonio. Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: — ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? Pero él callaba y nada respondía. El Sumo sacerdote le volvió a preguntar: — ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús le dijo:—Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo.

Entonces el Sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: — ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?  Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos lo condenaron, declarándolo digno de muerte.” Mt 26, 57-66

¿Qué pasa, Caifás? ¿Por qué estás tan enfadado con Jesús? ¿Por qué perseguirle a muerte? ¿Por qué vas a forzar a Pilatos para que le condenen? ¿Por qué te sientes tan amenazado?

Caifás es piadoso, cumplidor, tan perfecto… ¿Por qué este Jesús era tan peligroso para él?

Tipos extraños con pretensiones mesiánicas había muchos. De vez en cuando surgía alguno de esos personajes pintorescos que pronto pasaban al olvido. Pero este Jesús era distinto. Amenazante porque cuando hablaba la gente se sentía tocada en lo más hondo. Amenazante porque el Dios que proponía no exigía una ley, no distinguía puros e impuros, hablaba de “perdón” y no de “castigo”.

Caifás tuvo miedo. Miedo del cambio. Miedo de una verdad que haría tambalearse demasiadas cosas. Miedo de tener que mirar a la gente de igual a igual, y no desde arriba. Miedo de un Dios que no cupiese en los límites cómodos de un libro. Tal vez miedo de VIVIR… Y ante esa verdad desnuda y nueva, se rasgó las vestiduras escandalizado.

¿Tal vez no estaría de más contemplar, una vez, de nuevo, la verdad desnuda de un Jesús que abraza a todos, que se ríe de los que se autodenominan perfectos, que habla de un Dios que es padre?

¿Somos nosotros también como Caifás juzgamos a los otros, nos escandalizamos por sus obras?
¿Cuántas veces nos escandalizamos nosotros por cambios, por reformas, por propuestas que pueden desinstalarnos? “¿A dónde vamos a ir a parar?” dice mucha gente ante nuevos planteamientos… ¿Qué va a pasar con la “tradición”, con lo que siempre se ha hecho?

Te invitamos a descubrir que generalmente eso que más condenamos o exigimos a otros es lo mismo que nos exigimos a nosotros mismos, aquello que más nos cuesta.
Oleada Joven 




sábado, 1 de febrero de 2020

Orientale Lumen: Carta Apostólica de San Juan Pablo II sobre las Iglesias Orientales

“La Iglesia debe respirar con sus dos pulmones, Oriente y Occidente.”       San Juan Pablo II

Orientale Lumen es la encíclica en la cual, el Papa Juan Pablo II hizo un llamado para conocer la antigua  tradición de las Iglesias Orientales como parte del patrimonio de la   Iglesia de Cristo, y así “conocerla para poder alimentarse de ella y favorecer, cada uno en la medida de sus posibilidades, el proceso de la unidad.”
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Escrita el 2 de mayo de 1995, en el aniversario de la Carta Apostólica Orientalium Dignitas, del Papa León XIII, en la que se defiende las Tradiciones Orientales para toda la Iglesia. Esto se manifiesta en la Encíclica de Juan Pablo II, escrita para realzar los valores de las Iglesias Orientales y como ellas pueden    ayudar a enriquecer a la Iglesia Oriental.
Como dice Juan Pablo II: “tenemos en común casi todo, y tenemos en común sobre todo el anhelo sincero de alcanzar la unidad.”
Expresado con sus propias palabras, el Papa dice que “el cristiano oriental tiene un modo propio de sentir y comprender y, por tanto, también un modo original de vivir su relación con el Salvador”, especialmente en lo que respecta al culto litúrgico “principalmente la celebración eucarística.”

También destaca la espiritualidad en su sentido de continuidad de la Tradición y la Escatología, espiritualidad monástica, la actitud de silencio y adoración, la liturgia como herencia que enriquece a toda la Iglesia y que los cristianos de Occidente deben  conocer.
Para Juan Pablo II, el monaquismo es un punto de referencia “para todos los bautizados, en la medida de los dones que el Señor ha ofrecido a cada uno presentándose como una síntesis emblemática del cristianismo. Y así lo expresa: “El monaquismo ha sido desde siempre, el alma de las Iglesias Orientales: los primeros monjes cristianos nacieron en Oriente y la vida monástica fue parte integrante del lumen oriental transmitido a Occidente por los Padres de la Iglesia indivisa. 

En lo que se refiere a la liturgia, para los cristianos orientales “es el cielo en la tierra y en ella el Verbo que asumió la carne penetra la materia con una potencialidad salvífica que se manifiesta de forma plena en los Sacramentos.” Todo esto se ve  reflejado en las formas del templo, en los sonidos, en los colores, en las  luces, en los perfumes, en la duración de las celebraciones, en las continuas invocaciones. De esta manera, la liturgia se transforma en el anticipo de la bienaventuranza final.

En la segunda parte de la Encíclica titulada “Del conocimiento al encuentro”, el Papa relata las distintas experiencias de unidad que ya se han tenido y la invitación a “encontrarse y trabajar juntos”. A pesar de los obstáculos y tensiones que existen señala el tiempo histórico en el que nos encontramos y que puede favorecer a un fortalecimiento de lazos e impulsar a contactos recíprocos.
Juan Pablo II, al concluir la carta,  expresa un hondo deseo de una  próxima unidad y nos muestra a María señalando el Oriente Lumen, la “Madre del astro que nunca se pone, aurora del místico día, oriente del Sol de gloria. Y finaliza diciendo: “Quiera Dios acortar el tiempo y el espacio. Que pronto, muy pronto, Cristo, el Orientale Lumen, nos conceda descubrir que en realidad, a pesar de tantos siglos de lejanía, nos encontrábamos muy cerca, porque, tal vez sin saberlo, caminábamos juntos hacia el único Señor y, por tanto, los unos hacia los otros.

Que el hombre del tercer milenio pueda gozar de este descubrimiento, logrado finalmente por una palabra concorde y, en consecuencia, plenamente creíble, proclamada por  hermanos que se aman y se agradecen las riquezas que recíprocamente se donan. Y así nos presentaremos ante Dios con las manos puras de la reconciliación y los hombres del mundo tendrán otra sólida razón para creer y para esperar.”

                                                                                                                     María José Molina
Catequista
Catedral Exarcal 
Córdoba


  Revista Allah Mahabba. Año XVII. Setiembre 2017. Edición Digital

 *Nota: Se recomienda lectura completa de la Carta Apostólica Orientale Lumen.