sábado, 7 de abril de 2018

El pueblo de Dios: Notre Dame de París

Como catequista y miembro de esta comunidad me gustaría compartir la maravillosa experiencia del viaje en peregrinación a Siria que realizamos el mes pasado.

Tuve el honor de ser elegida junto a mis compañeras catequistas por el Padre Ibrahim para acompañarlo. No solo para conocer Siria, sus iglesias, sus conventos, bellos paisajes, gente y cultura, sino también para presenciar la visita del Papa Juan Pablo II a ese país donde nacieron mis queridos abuelos maternos.

Antes de viajar a Siria conocimos París. Una ciudad de ensueño , cuyos monumentos y patrimonio cultural están estrechamente relacionados con la historia universal. Francia es la tierra de grandes pensadores filósofos y escritores. En el corazón de la capital francesa se alza la Catedral de Notre Dame de París, la cual también conocimos.
Notre Dame de Paris DSC 0846w.jpg

Nos acompañó la Hermana Heanne Francois, quién tuvo la gentileza de llevarnos a conocer esta ciudad y la amabilidad de obsequiarnos un libro que contenía abundante información sobre esta maravillosa iglesia.
El texto nos cuenta que esta catedral fue construida en el año 1160 por Maurice de Sully, obispo de París por aquellos años. Se terminó de construir en el año 1345.

Se trata de uno de los edificios más señeros y antiguos de cuantos se construyeron en estilo Gótico.  Dedicada a María, madre de Jesucristo, se encuentra rodeada por las aguas del río Sena.

En este lugar existió la primera iglesia cristiana de París, la basílica de Saint-Etienne, proyectada por Childeberto I alrededor del año 528 d. C. En sustitución de esta obra surgió una iglesia románica que permanecerá hasta 1163, cuando comienza la construcción de la catedral actual.

Notre Dame presenta una gran devoción mariana. Al oeste se encuentran tres puertas en su fachada.
Es la fachada principal y la de mayor monumentalidad:
Puerta del lado norte: Puerta de la Virgen.
Puerta central: Puerta del Juicio Final.
Puerta del lado sur: Puerta de Santa Ana.

Paúl Claudel, escritor francés del siglo XIX, recibió en la víspera de la Navidad de 1886 la gracia de la fe, frente a una estatua de Nuestra Señora ubicada junto al Segundo pilar, a la entrada del coro. Más tarde contó: "tuve de repente el sentimiento desgarrador de la inocencia, la eterna infancia de Dios, una revelación inefable". 
El tan conocido poema que dedico a María guarda todavía la absoluta y estremecedora emoción de ese momento tan memorable. Dice así:
A SOLAS CON LA MADRE

Señora, Madre de Cristo,
no vengo ahora a rezar.
Yo nada tengo que ofrecer
y nada tengo que pedir.
Vengo sólo para mirarte a Ti, Madre.
Mirarte, llorar de felicidad
al pensar que soy tu hijo,
y que Tú estás aquí.
¡Estar contigo donde Tú estás, María!
No decir nada,
contemplar tu rostro.
Dejar al corazón que cante
con sus propias palabras.
No decir nada,
sólo cantar,
porque se tiene lleno el corazón.
Porque Tú eres hermosa.
Porque Tú eres inmaculada,
La mujer en la gracia por fin restaurada.
Porque eres la madre de Jesucristo,
que es la Verdad en tus brazos,
y la Esperanza y fruto único.
Porque Tú estás aquí siempre,
nada más porque Tú eres María,
nada más porque existes,
te doy las gracias,
Madre de Cristo y mía. 
Paul Claudel

Los símbolos de Rimbaud, la liturgia de Notre Dame, el tibio silencio de la noche de Navidad, la acuciante necesidad de volver enseguida a casa para leer la Biblia… Son circunstancias, unidas a la gracia divina que toca los corazones!

María irradia pureza y mueve el corazón de hasta el más duro de los hombres. Notre Dame, iglesia viviente por sus piedras, testigos de la fe de los cristianos que la construyeron y se suceden en ella desde hace ocho siglos. 

Notre Dame, iglesia viviente de ayer cuando el pueblo de Dios se reunía para celebrar ante Dios los capítulos de su historia, capítulos tranquilos de la vida cotidiana, capítulos empujados por la historia incierta y balbuceante. 

Notre Dame, iglesia viviente de hoy, cuando el Salve Regina de atardecer se eleva hacia las bóvedas y parece recoger el eco de la voz de todos los ancestros en la fe, los cuales jamás cesaron de expresar su esperanza en Nuestra Señor.

Es por eso que el centro del Templo se encuentra delimitado para que se peregrine alrededor de la nave central, ya que este no es un museo, sino un lugar de oración.

Mientras íbamos caminando y descubriendo cada rincón, jóvenes con remeras con imágenes del templo nos entregan el Ave María escrito en distintos idiomas. Este grupo de jóvenes franceses trabajaban para demostrar que Notre Dame no tiene solamente un valor histórico, y.... que su valor religioso no se quedó en el pasado.

Dios sigue vivo allí, hoy en el presente, traspasando el tiempo como lo hará por los siglos de los siglos.

Y es que ese ... quizás,  sea el secreto de Notre Dame. No dice nada al visitante apresurado, distraído, curioso o parlanchín. Pero le transmite la misericordia de Dios a su pueblo reunido, abrigado y protegido por los brazos inmensos y múltiples de sus arbotantes. 
Notre Dame se hace maternal.
Notre Dame no se visita.
Hay que entrar y dejarse poseer por Su Presencia.

Silvina Possenti Farah
Catequista 

Referencias bibliográficas
"Notre Dame de París"
María Jeanne Coloni
1995, Stasbourg.

Revista Allah Mahabba. Año III N° 8, 2001. Edición Impresa.