martes, 16 de febrero de 2021

¿Te pesa la cruz? Es hora de ofrecer.

La pandemia está dejando huella y crece el sentimiento de que el sufrimiento se hace demasiado pesado... Estos tiempos de pandemia parecen que son de lo peor. Y las noticias desagradables circulan.  Parece que el mundo se ha detenido. Emerge un sentimiento extraño, indescriptible.  Cuánto se está sufriendo…   Pienso en la pesada cruz que cada uno de nosotros carga.  Hace poco leí un meme católico que invitaba a no juzgar: “Nunca juzgues, no sabes el tamaño de la cruz que lleva el otro”.

Bien sugería Juan XXIII, el Papa Bueno: “Comprender no criticar”. Estos son tiempos en que las palabras de Jesús cobran sentido:

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará” (Lucas 9, 23-24)

Y también nos dice estas palabras esperanzadoras:

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”. (Mateo 11, 28-30)

“Quiero seguirte Jesús, pero el camino es muy empinado. Y esta cruz la siento muy pesada”.

 

Es momento de ayudarse. Mi cruz es pequeña, ligera, al lado de otras cruces que he visto. Y comprendo que estamos llamados a ayudarnos en el amor. Podemos aliviar tantas cruces como Simón de Cirene, inmortalizado en la historia porque ayudó a Jesús a cargar su cruz. Todos somos de alguna forma, cirineos. No dejes solo a tu hermano con su pesada cruz. Consuela. Ama y ora por el que necesita de tus oraciones. Recuerda que todos somos hermanos, hijos de Dios.

Sencillamente ofrecer

Si cargas una cruz muy pesada, ofrécela a Dios. Hay tanta necesidad en el mundo de ofrecimientos y oraciones…

Siempre recuerdo  una dulce ancianita que visité con un amigo Ministro Extraordinario de la Comunión. La ancianita sonrió cuando nos vio llegar. Nos acercamos a su cama y comentó: Sufro mucho, pero lo veo como un tesoro, lo ofrezco todo  a Dios”. Su amor, me dejó reflexionando .... Lo ofrecía todo a Dios por nosotros. Era impresionante. Qué bella ancianita. Doy gracias... porque me dio una gran lección de amor!!!

 

Adaptación. Autor Alfa Romeo. Referencia Sitio Digital: Diosexiste Resumen 16 Feb 2021. Mensaje 35659 /Imagen:  https://www.pinterest.es/pin/333688653622617980/ Recuperado 16.02.21

miércoles, 10 de febrero de 2021

El anciano como víctima y como victimario

Tema actual, que a todos nos toca, que todos vivimos. Vivimos en un mundo en el que se desprecia la vida, guerras, torturas, consumo de drogas, deportes de riesgo y resistencia, alocadas picadas…

Pero se ha ido más lejos. El ataque directo a la vida, la muerte de los más indefensos y vulnerables, los no nacidos: aborto y a los que se ayuda a morir en las salas de UTI (unidades de terapia intensiva): eutanasia.
Resultado de imagen para manos de abuelos y nietos
https://es.slideshare.net/CMP/las-manos-del-abuelo-presentation-661197
En cualquiera de los dos supuestos, el anciano como víctima o como victimario. La persona humana se manifiesta a través de dos ropajes concéntricos, un ropaje corporal más externo y un ropaje psicológico más profundo, que cubrirían el punto central o núcleo de la personalidad: logos. En este núcleo central surgen los permanentes interrogantes del hombre: porqué y para qué vive, es decir, la búsqueda del sentido de la vida. Pero para que esto se desarrolle normalmente, es necesario que la estructura de la conciencia y sus funciones: atención, memoria y lenguaje estén indemnes. En la niñez esto se va logrando y en la ancianidad esto se va perdiendo. La memoria no es la conciencia, pero la supone. Esta función es muy importante ya que es fundamental en la identidad, es decir, nos reconocemos a nosotros mismos a pesar del tiempo que vamos viviendo:  Soy el mismo cuando niño, cuando adolescente y cuando adulto. Me reconozco el mismo, pero por fuera distinto. El paso del tiempo enferma lo corporal, deteriora lo psicológico, provoca arrugas en el alma. Pero a pesar que sólo respire y que sólo responda al dolor todo anciano merece nuestro respeto, continúan siendo personas, como son personas desde el momento de la concepción. 

En nuestra sociedad, como ya dijimos, las víctimas más numerosas y sensibles por ser indefensas son las que recorren las dos puntas o extremos de la evolución: la niñez y la vejez. El niño suele ser objeto de violencias pasivas y activas. Pero el niño, permanentemente oscila en lo emocional: en ocasiones se lo discrimina, le gritan, y a pesar de ello sigue  jugando y riendo. El anciano es objeto de permanentes y a veces sutiles agresiones. Cuando los padres toman una determinación o cambio, al niño no se le explica, no se le pide opinión, la cosa se ejecuta. Cuando los hijos, enfermeros o cuidadores toman también una determinación, no se le pide opinión al anciano, también se ejecuta y después la frase para no asumir la culpa: es por tu bien, para que estés mejor, para que te atiendan….-y pasa a un cuarto peor-pero está más cerca de la cocina. Al anciano no le importa estar cerca de la cocina y le sacaron el único pedacito de cielo que veía de la pieza de adelante. Así como el niño puede sacudir la angustia, el anciano la almacena y esto lo endurece y en ocasiones lo lleva a no perdonar.

Cuando un anciano llega a los Tribunales, ya sea como testigo en una causa o como víctima, ya sea porque le han sacado bienes o bien porque lo han golpeado, por sistema y sin ninguna explicación o con  una explicación que no comprende cabalmente lo mandan al Consultorio Médico Forense, solicitándoles a los forenses un examen psicofísico del anciano.
El anciano llega, no sabe porqué ni para qué se lo ha vuelto a victimizar. Porque es anciano no se lo escucha y se lo mal atiende. Es entonces, cuando se procura establecer un diálogo con el anciano, que vaya permitiendo que las ansiedades paranoides que despierta toda situación nueva, vayan cediendo. El tribunal impone, los largos pasillos los desorientan, los abogados atemorizan.

Los jueces nos preguntan siempre si, dicho ser está ubicado en tiempo y espacio. Es que las personas estamos entre coordenadas y se toma este dato como índice de normalidad. Esto se va perdiendo en el anciano; primero desconoce la fecha, luego se pierde en la calle (no puede salir solo) y después se pierde en su casa ( no se puede quedar solo) y por último no se orienta en su cuerpo (no se puede vestir solo).

En muchos casos, ya lo señalamos, el anciano es primero víctima de los cambios de casa o dentro de la casa, pasa a ser del “señor de la casa”, el “rey del altillo”: “vas a estar más cómodo”.  O va a la pieza del fondo y cuando la familia se cambia a un departamento, ya no cabe, no hay lugar para él: es por tu bien y para que estés mejor atendido-pasa a un geriátrico. 
A esto se suma con gran frecuencia, el manejo del patrimonio, es decir la administración de los bienes del anciano: -para que no te molestes, nosotros te cobramos la jubilación-, -para que no te confundas, nosotros te manejamos los libros y el comercio-. 
Puedo recordar un caso: Vinieron a vivir conmigo mi hija y mi yerno, después tuve que vender la casa porque les iba mal y me llevaron con ellos a una casita… no tengo puerta en mi pieza, no tengo privacidad y me cobran la pensión. Me pagan 30 pesos y me dicen: “acá tenés 30 pesos para lo que quieras gastar”.
Cuando los hijos lo piden, el anciano lega su casa y se queda sin bienes. Pierde entonces toda su autoridad frente a la familia, el viejo dicho español:” tanto tienes, tanto vales.”
En las relaciones afectivas: -siempre repite lo mismo, es como un chico!...-. Esto se conoce pero no se lo admite y se lo corrige siempre y se termina a los gritos: -no es que le gritemos, es que no oís-. 
A un niño se lo acaricia y se lo besa, pero a un anciano no y éste necesita ser tocado: -en UTI le toqué la mano a mi papá, hacía mucho que no lo hacía, me pareció que se dio cuenta….
Así como el pediatra explica a los padres y parientes que por su etapa oral, un bebé debe ser tocado y acariciado y la importancia de sentir sensaciones en su piel, el médico de adultos debería siempre orientar a la familia sobre la forma y el modo de tratar correctamente a un anciano. Para ser acariciado, el anciano no tendría que estar en UTI, atado a las máquinas y como un objeto. Es que el anciano, antes de llegar a esta situación, hace ya mucho tiempo que ha pasado de sujeto a objeto, de un quién a un qué. Ser sujeto supone amores, necesidades derechos y obligaciones y el anciano pasa a ser considerado silla o mesa, es decir un objeto.
Cuando era sujeto tenía un hobby, tocaba el bandoneón o la guitarra pero ya no existe, no caben en los placares:-tuvimos que darlos para que quede lugar para la ropa-. En realidad, no se dieron los instrumentos, sino que se entregó una historia de sueños.
Continuamos con las relaciones afectivas, cuando el anciano besa en la boca a su mujer: -papá que haces?- o la mujer, por la educación recibida y por prejuicios de nuestra sociedad: -viejo, salí…!
En esa transformación a objeto, el anciano pierde su nombre, pasa a ser “abuelo” o “abuela”. Ya no tiene nombre, nadie lo sabe, ni a nadie interesa. El nombre es lo que nos es propio, lo que nos identifica, el apellido es de varios o de muchos. Los vínculos afectivos en los niños y en los que se hacen o vuelven como niños, pero no son niños, son “vínculos de contacto” tienen que sentir al otro, pero el anciano no es besado ni besa, no es acariciado ni acaricia, no es abrazado ni abraza.
Es muy distinto un anciano o anciana que tiene pareja a otro u otra que lo ha perdido. El anciano, al perder a él o la compañera siente que su vida perdió sentido y le pesa la soledad. Perdió su porque vivir o porque continuar viviendo –yo le lavaba, lo cambiaba-ella no me conocía pero yo le preparaba el té-. Se lleva entonces al anciano a un profesional para que lo ayude a elaborar el duelo que provoca la pérdida. 
https://detorresvianey.files.wordpress.com/2011/04/abuelo-banca.jpg
Existen profesionales que pontifican: “duelo del marido, tantos meses: otra pérdida, equis meses”. Pero elaborar es algo más que tiempo. El profesional debe estar al lado y caminar con su paciente, no sólo para elaborar este duelo, sino para prepararlos para cualquier otra pérdida que pueda sufrir. La vida nos propone siempre otra sorpresa. La pérdida de un compañero quiebra la vida, pero la pérdida de un hijo o de un nieto la paraliza, pareciera imposible continuar caminando la ruta de la vida. Por eso consideramos, de acuerdo con la psicología existencial, la necesidad de trabajar con el anciano, para que pueda comprender el sentido del dolor, ya que lo más dramático y triste para el hombre es el dolor sin sentido.

A los profesionales  que se inician en esta tarea, se les repite sobre la necesidad de ser cariñosos en el trato con estos pacientes: de preguntarles por sus intereses, por sus gustos y pequeños o grandes proyectos, grandes por lo que significan para el anciano, no por lo que son objetivamente. Tratar que no escuchen solamente: -no comas, no chupes, no salgas- o en síntesis: -no vivas.

Pasaremos a considerar al anciano como victimario, cuáles son los delitos más frecuentes en los ancianos: pequeños robos como los niños, sacar lo que les gusta y se les niega: dulces, ropas, monedas, cigarrillos. Como los niños:-me gustó y lo agarré-. Pierden el límite: -el saco lo agarré porque tenía frío y me gustó-. Sucede en la familia, en las pensiones y en los geriátricos (talco, jaboncitos, medias, etc)
Estimamos la conveniencia de que el anciano esté ocupado en pequeñas tareas que no impliquen peligro, es decir, que él mismo pueda volcar su carga libidinal en trabajos no peligrosos y en actividades lúdicas (cartas, juegos de salón).

El ser humano, cuando llega a la ancianidad, pierde. Cuando se hacen test, se comprueba la pérdida de la tridimensionalidad. Su vida sólo tiene largo, una suma de días…. hay un autor que dice que los días de los ancianos son como las largas tardes del domingo, y ancho, pero no volumen ni altura.
Los que tratan con ancianos tiene que ayudarlos para que recuperen los intereses que van dejando de lado, que los ha llevado a cerrarse sobre sí mismos. Médico y paciente deben desandar juntos el camino de ese espiral que los atrapó. Hacerlos salir de sus encierros, hacerles ver o comprender la importancia de pequeñas actitudes solidarias, siempre existe otro con chancletas más rotas, con menos caramelos, con menos tabaco, con más soledad y abandono. 

En el Hospital Geriátrico Provincial, existe un grupo de abuelas tejedoras que hacen ropitas para los niños carenciados de la sala de Neonatología del Hospital Provincial de calle 9 de Julio y Alem.
A los niños hay que repetirles muchas veces las cosas, a los ancianos también:-ya te lo dije…Acordate.
Y la otra actitud: el poder disculpar. Pero en ocasiones, el anciano arrastra pequeños rencores que como pequeña arenilla se amontona y forma una roca.
En nuestra opinión, coincidente con Ajuria Guerra, profesor de Clínica Psiquiátrica de la universidad de Ginebra, para los ancianos son de enorme importancia los talleres, hospitales y guarderías de día. En la Clínica de Ginebra, se divide a los ancianos por grupos de acuerdo con los niveles de aptitudes y habilidades y se practican test de madurez de inteligencia adaptados a ancianos.

Un poco la familia, y un poco los profesionales de las instituciones: médicos, psicólogos, enfermeros, mucamas, profesores de gimnasia, etc., podemos lograr modificar paso a paso el encierro, aislamiento, indiferencia y frialdad en la que quedan algunos de nuestros ancianos. Este logro nos ayudará a seguir batallando además de reconfortarnos y reanimarnos. Sería como los círculos concéntricos que se forman cuando se tira una pequeña piedra a un lago, va provocando círculos cada vez más amplios. Esperamos que esta silenciosa labor que todos podemos realizar pueda lentamente romper con los prejuicios y la discriminación que la sociedad tiene hacia los ancianos.

Dra. Beatriz Rodríguez Gallo

Revista Allah Mahabba., Edición Impresa. Año III Nº 7, 2001.