viernes, 26 de enero de 2024

Segundo Domingo de la Pre cuaresma: La parábola del Hijo Pródigo

En este segundo domingo de la precuaresma, leeremos la homilia de Macario de Egipto, considerado uno de los Santos Padres del Desierto.


Homilía: Dame, de nuevo, lo que he perdido
«Un hombre tenía dos hijos» (Lc 15,11)
Acerquémonos al Señor, la puerta espiritual y llamemos para que nos abra! Pidamos recibirle a él mismo, el pan de vida (cf Jn 6,34). Digámosle: «Dame, Señor, el pan de la vida para que viva, porque estoy en peligro, amenazado por el hambre del pecado. 

Dame el vestido luminoso de la salvación para que cubra la vergüenza de mi alma, porque estoy desnudo, privado del poder de tu Espíritu y avergonzado por la indecencia de mis pasiones» (cf Gn 3,10).

Y si él te dice: «Tenías un vestido ¿dónde lo tienes?» respóndele: «He caído en manos de bandoleros, me han despojado y molido a palos y dejado medio muerto, me han quitado mi vestido y se lo han llevado.

Dame sandalias espirituales, porque los pies de mi espíritu están llagados por las espinas y los zarzales (cf Gn 3,18); voy errante por el desierto y no puedo avanzar. 

Dame la vista del corazón para que vea de nuevo; abre los ojos de mi corazón porque mis enemigos invisibles me han dejado ciego y me echan encima un velo de tinieblas; ya no puedo contemplar tu rostro celestial tan deseado. 

Dame el oído espiritual porque mi inteligencia está sorda y no ya no puedo escuchar tus conversaciones tan suaves y agradables. 

Dame el óleo de la alegría (Sal 44,8) y el vino del gozo espiritual. 

Sáname y devuélveme la salud porque mis enemigos, bandoleros temidos, me han dejado medio muerto.»

Dichoso aquel que suplica con perseverancia y fe, como indigente y herido, porque recibirá lo que pide; obtendrá la salud y el remedio eternos y será liberado de sus enemigos que son las pasiones del pecado.

https://www.deiverbum.org/lc-15_01-03-y-11-32/#Macario_de_Egipto

domingo, 21 de enero de 2024

Primer Domingo de la Pre Cuaresma: La parábola de Fariseo y del Publicano

Compartimos la homilía de San Juan Crisóstomo, Arzobispo de Constantinopla y autor de la Divina Liturgia Bizantina.

Homilía: Sé humilde y te habrás librado de los lazos del pecado
«¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador» (Lc 18,13)

He enumerado diversos canales de penitencia, para hacerte fácil, mediante la diversidad de vías, el acceso a la salvación. Y ¿cuál es entonces este tercer canal? La humildad: sé humilde y te habrás librado de los lazos del pecado. También aquí la Escritura nos ofrece una demostración en la parábola del fariseo y el publicano. Subieron —dice— al templo a orar un fariseo y un publicano. El fariseo se puso a hacer el inventario de sus virtudes: Yo —dice— no soy pecador como todo el mundo, ni como ese publicano. ¡Miserable y desdichada alma!, has condenado a todo el mundo, ¿por qué te metes también con tu prójimo? ¿No te bastaba con condenar a todo el mundo, que tienes que condenar también al publicano?

¿Y qué hacía el publicano? Adoró con la cabeza profundamente inclinada, y dijo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Y al mostrarse humilde, quedó justificado. Así pues, al bajar del templo el fariseo había perdido la justicia, el publicano la había recuperado: las palabras vencieron a las obras. Efectivamente, el fariseo, a pesar de las obras, perdió la justicia; el publicano, en cambio, se granjeó la justicia por la humildad de sus palabras. Bien es verdad que la suya no era propiamente humildad: la humildad, en efecto, se da cuando uno que es grande se humilla a sí mismo. La actitud del publicano no fue humildad, sino verdad: sus palabras eran verdaderas, pues él era pecador.

Porque, ¿hay cosa peor que un publicano? Buscaba sacar partido de las desgracias del prójimo, aprovechándose de los sudores ajenos; y sin el menor respeto a las penalidades de los demás, sólo estaba atento a redondear sus ganancias. Enorme era, en consecuencia, el pecado del publicano. Ahora bien, si el publicano, con todo y ser un pecador, al dar muestras de humildad, se granjeó un don tan grande, ¿cuánto mayor no lo conseguirá el que está adornado de virtudes y se comporta con humildad?

Por tanto, si confiesas tus pecados y eres humilde, quedas justificado. ¿Quieres saber quién es verdaderamente humilde? Fíjate en Pablo, que era verdaderamente humilde: él el maestro universal, predicador espiritual, instrumento elegido, puerto tranquilo que, no obstante su físico modesto, recorrió el mundo entero como si tuviera alas en los pies.


Mira con qué humildad y modestia se define a sí mismo como inexperto y amante de la sabiduría, como indigente y rico. Humilde era cuando decía: Yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol. Esto es ser verdaderamente humilde: rebajarse en todo y declararse el menor de todos. Piensa en quién era el que pronunciaba estas palabras: Pablo, ciudadano del cielo, aunque todavía revestido del cuerpo, columna de las Iglesias, hombre celeste. Es tal, en efecto, la potencia de la virtud, que transforma al hombre en ángel y hace que el alma, cual si estuviera dotada de alas, se eleve al cielo.

Que Pablo nos enseñe esta virtud; procuremos ser imitadores de esta virtud.


https://www.deiverbum.org/lc-18_09-14/#Juan_Crisostomo

sábado, 6 de enero de 2024

Festividad de los Reyes Magos

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Hoy muchos no encontramos en el zapato ningún regalito.

Seguro que los Reyes te dejaron una bolsa de risas, un paquete con amigos de todos los colores y un blíster con una nube de armonía y paz para armar. 

Todo lo tenemos, depende de nosotros armar las piezas con respeto y amor ,  tenemos 365 días para lograrlo.

Los Reyes encontraron la verdadera estrella y siguieron su luz hasta Jesús.  

Que podamos dejar atrás las ataduras materiales y disfrutar de la simpleza del presente, la felicidad es un momento, una actitud. 

Un abrazo a todos. Feliz  Día!!!

Ellos pudieron descubrir, ver, entender y arrodillarse ante el Verdadero Rey de Reyes.



Catequista Sonia Attara
Parroquia Católica
San Jorge Rosario

martes, 2 de enero de 2024

Icono del Nacimiento

“Dichosos vuestros ojos porque ven” (Mt 13,16) -dice el Señor-. Y la Iglesia canta: “Nosotros adoramos tu nacimiento, oh Cristo; haznos ver tu santa Teofanía”.


Mientras Occidente prepara ésta gran Celebración embelleciendo un espacio en las Iglesias y los hogares con las imágenes que forman en conjunto el pesebre, y los personajes y animalitos se acercan a adorar al Niño ubicados sobre montañas de lona o papel pintados y cubiertos de paja, Oriente ensalza esta Celebración en una sola imagen que contiene en sí todo el conjunto y desarrolla en una sola escena personas y acontecimientos que tuvieron diferentes escenarios y tiempos: es el Icono del Nacimiento.

Su composición se remonta a los siglos IV y V; y de tal manera narra el relato evangélico que al contemplarlo parece prolongar un canto en el alma de los fieles: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor!!. El color y la forma no imitan en nada las cosas de este mundo, se dirige a centrar la mirada en el acontecimiento sobrenatural, Dios se nos manifiesta. Tampoco da lugar a la sensibilidad que en nuestros tiempos suele acompañar estas Fiestas Santas que, según el calendario latino es acompañado por la Fiesta de la Sagrada Familia a celebrarse el Domingo siguiente de la Natividad, otorga así un ambiente que acentúa la persona de Jesús como el hombre-Dios. Por lo contrario, en este icono aprendemos a dirigir la mirada en este misterio insondable: “Hoy nace de la Virgen Aquel que en su mano tiene a todas las criaturas; está envuelto en pañales, El, que por esencia es invisible; siendo Dios, está tendido en un pesebre, El, que ha consolidado los cielos” (Tropario de la fiesta). Oriente cristiano nos devuelve al misterio, el Niño es Dios-hombre, y su misión es elevar la condición humana. Esa es la “filantropía” divina, la manifestación del amor sin límites de Dios por sus criaturas, hasta abajarse y hacerse uno como nosotros. En su pedagogía el icono es toda una enseñanza teológica:

Desde lo alto cae un rayo de Luz que destaca el movimiento descendente, la intervención de Dios que irrumpe en nuestra historia y en toda la creación. A partir de la estrella este rayo de Luz se trifurca en evidente alusión a la Trinidad. 

Destaca la oscuridad de la gruta, negra –color que no debe utilizarse en la iconografía- en ella se centra la figura del Niño. En la simbología de los colores el negro se utiliza sólo para el Hades o los infiernos a donde el Señor desciende para rescatar a Adán y Eva y a los justos que en los abismos aguardan la salvación. Este misterio del Nacimiento es también un “descenso a los infiernos”, un descenso al lugar donde habitan los hijos de Eva que esperan la salvación. De esta manera, el artista iconógrafo señala la misión de este Niño y da unidad a todo el misterio de la Encarnación que culminará en el Misterio Pascual, de ahí que también el Niño anticipadamente no yace sobre paja sino sobre un sepulcro y está cubierto con una mortaja no de pañales sus pañales! Los pañales-vendas mortuorias profetizan “la muerte vencida por la muerte”. Estamos lejos de la idílica imagen del dulce Niño de Belén. El es ya el Hombre de dolor del que habla Isaías (Is 53,3).

La Madre de Dios acompaña este lugar central, aunque fuera de la gruta, revestida de púrpura imperial, luego de haber dado a luz reposa apoyando su cabeza sobre una mano y se vuelve hacia nosotros con su mirada, como si estuviera meditando el conjunto del misterio, Ella que será la co-redentora. “La Encarnación fue no solamente obra de Dios, sino también obra de la voluntad y de la fe de la Virgen. Sin el consentimiento de la muy Pura, sin el concurso de su fe, ese designio era tan irrealizable como sin la intervención de las Tres Personas Divinas. Dios la toma por Madre y le toma prestada la carne que ella quiere darle. Al igual que El se encarnaba voluntariamente, también quería que su Madre le diera a luz libremente y de buen grado” (Nicolás Cabasilas)

Todo lo demás rodea esta escena. En lo alto, y a la izquierda, avanzan los magos representando a las naciones paganas en oposición a los pastores que simbolizan a Israel y nos recuerdan la figura del Pastor-Mesías, convirtiendo esta celebración en el punto de encuentro de los pueblos de la tierra. Con sus ofrendas los magos también están relacionados al acontecimiento pascual, pues como las mujeres que llevan aromas al sepulcro, ellos ofrecen oro, incienso y mirra. “Tu natividad, oh Cristo nuestro Dios, ha hecho lucir en el mundo la luz del conocimiento; merced a ella, los adoradores de los astros por una estrella han aprendido a adorarte”. “Los poderes humanos llegaron a su fin, el politeísmo idólatra quedó herido de muerte”, “los sabios observadores de los astros fueron llevados a Ti como primicia de las naciones”. Aquí se presenta el gran misterio de la Sabiduría de Dios.

A la izquierda, en la parte inferior, la escena del baño del niño recién nacido, sentado en la falda de la partera indica que Cristo no es un hombre aparente sino real, y parece aludir también al bautismo ya que la bañera tiene forma de fuente bautismal.

En el ángulo derecho inferior se visualiza a San José, en profunda meditación. Visiblemente aparte muestra que no es el padre carnal del Niño. Se lo representa en su momento de dudas, de hecho frente a él está un pastor que representa al tentador. Según P. Evdokimov “en la persona de José, el icono describe un drama universal  que se reproduce a través de todos los siglos. Su contenido es idéntico. El pastor-tentador afirma que no hay  más mundos que el visible y por tanto que no existe otro medio de nacer además del natural. Es la negación del principio trascendente, y eso es lo trágico! Un corazón lento en creer”. El rostro de san José puede expresar la angustia, la “tormenta interior” y en algunos iconos la Virgen lo mira con profunda compasión. Sin embargo, lejos de menoscabar la figura del mayor de todos los santos a quien fue confiado el cuidado de Hijo de Dios y de la Madre de Dios, su profunda y silenciosa obediencia lo ensalza, él es el varón justo que en toda ocasión escuchó la voz del Angel, e  “hizo lo que le fue dicho” (Mt. 1,24). Su obediencia y fidelidad a la voluntad divina es su entrada a la dimensión trascendente, es el salto en la fe movido por el amor divino.

Finalmente diremos de los ángeles cómo están representados en su doble ministerio: a la izquierda, vueltos hacia el Niño, en algunos iconos miran hacia lo alto, hacia la Fuente de la Luz mostrando su alabanza incesante a Dios; el de la derecha se inclina hacia el pastor y es el servidor de lo humano. En su inclinación hacia lo humano se siente toda la ternura angélica de protección, la vigilia incesante de nuestro ángel.

Contemplemos este icono con una última mirada y descubriremos una alegría muy pura: “Cristo nace, glorifiquemosle; Cristo desciende de los cielos, vayamos a su encuentro; Cristo está en la tierra, exaltemosle! Cante al Señor toda la tierra, y en vuestra alegría, pueblos, Celebrenlo!!”.

Hna. Adriana Barone, rbp



El Príncipe de la Paz ha nacido! Pidamos, por intercesión de la Madre de Dios, y del justo San José, la paz para el mundo, especialmente para Medio Oriente. Se digne descender a los infiernos de la guerra y consolar la angustia de muertes y carencias que consigo trae. Amén


Fuentes: EVDOKIMOV, Paul, El Arte del Icono – Teología de la Belleza, Madrid, Publicaciones Claretianas, 1991, 361 pag., (tr. española de Laura García Gámiz, Título del Original: L´Arte de L´Icône, s.d.).
SÁENZ, Alfredo, El Icono – Esplendor de lo Sagrado, 4.ª ed., Editorial Baraga, 2004, 422 pag., (1.ª ed., Bs. As., Argentina, Ediciones Glaudius, 1991)


Publicado en la Revista Allah Mahabba, Año XVII, N° 50. Diciembre 2016.Edición impresa.