sábado, 30 de marzo de 2024

Cristó Resucitó! Verdaderamente Resucitó!!!

La tumba está vacía, Jesús Resucitó! Hoy la Iglesia celebra el día más grande de la historia, porque con la resurrección de Jesús se abre una nueva historia, una nueva esperanza para todos los hombres.

 

Resuena en este día la exclamación de san Pablo que encontramos en la primera Carta a los Corintios. Un texto que se remonta a veinte años apenas después de la muerte y resurrección de Jesús y que, no obstante, contiene en una síntesis impresionante —como es típico de algunas expresiones paulinas— la plena conciencia de la novedad cristiana. El símbolo central de la historia de la salvación — el cordero pascual — se identifica aquí con Jesús, llamado precisamente «nuestra Pascua». 

La Pascua judía, memorial de la liberación de la esclavitud de Egipto, prescribía el rito de la inmolación del cordero, un cordero por familia, según la ley mosaica. En su pasión y muerte, Jesús se revela como el Cordero de Dios «inmolado» en la cruz para quitar los pecados del mundo; fue muerto justamente en la hora en que se acostumbraba a inmolar los corderos en el Templo de Jerusalén. El sentido de este sacrificio suyo, lo había anticipado Él mismo durante la Última Cena, poniéndose en el lugar —bajo las especies del pan y el vino— de los elementos rituales de la cena de la Pascua. Así, podemos decir que Jesús, realmente, ha llevado a cumplimiento la tradición de la antigua Pascua y la ha transformado en su Pascua.

A partir de este nuevo sentido de la fiesta pascual, se comprende también la interpretación de san Pablo sobre los «ázimos». El Apóstol se refiere a una antigua costumbre judía, según la cual en la Pascua había que limpiar la casa hasta de las migajas de pan fermentado. Eso formaba parte del recuerdo de lo que había pasado con los antepasados en el momento de su huída de Egipto: teniendo que salir a toda prisa del país, llevaron consigo solamente panes sin levadura. Pero, al mismo tiempo, «los ázimos» eran un símbolo de purificación: eliminar lo viejo para dejar espacio a lo nuevo. Ahora, como explica san Pablo, también esta antigua tradición adquiere un nuevo sentido, precisamente a partir del nuevo «éxodo» que es el paso de Jesús de la muerte a la vida eterna. Y puesto que Cristo, como el verdadero Cordero, se ha sacrificado a sí mismo por nosotros, también nosotros, sus discípulos —gracias a Él y por medio de Él— podemos y debemos ser «masa nueva», «ázimos», liberados de todo residuo del viejo fermento del pecado: ya no más malicia y perversidad en nuestro corazón.

«Así, pues, celebremos la Pascua... con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad».

Si bien es verdad que la muerte de Jesús es el comienzo, porque su muerte es redentora, la resurrección muestra lo que el Calvario significa; así, la Pascua cristiana adelanta nuestro destino. De la misma manera, nuestra muerte también es el comienzo de algo nuevo, que se revela en nuestra propia resurrección.

La fe en la resurrección,  nos propone una calidad de vida, que se trata de una calidad de vida  teológicamente íntima que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte no debería ser absurda, pero si lo es para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con El. Rechazar esta dinámica de resurrección sería como negarse a vivir para siempre. No solamente sería rechazar el misterio del Dios que nos dio la vida, sino del Dios que ha de mejorar su creación en una vida nueva para cada uno de nosotros.

https://www.deiverbum.org/homilias_semana-01_tiempo-pascua_dia-01-domingo_1-misa-del-dia/ Benedicto XVI, papa 2009. Recuperado 7.2.21

https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/4-4-2021/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/. Recuperado 7.2.21

Sábado Santo: "resplandece el misterio de la Cruz."

 

El Sábado Santo toda la liturgia es un himno alrededor del sepulcro vivificante de Cristo. El Señor crucificado es colocado en una tumba nueva, después de los sufrimientos con los que salvó al mundo.

Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro. Callan las campanas y los instrumentos. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.

La mañana se caracteriza por el canto de la "Enkomia" o "Thrini" (lamentaciones), cantada junto con el Salmo 118.

Así como el grano que cae a la tierra, si muere, da mucho fruto, así del cuerpo vivificante de Jesús brotará Vida.

La liturgia de este día también celebra el misterio del descenso del Señor al Hades. El Señor quiso demostrar concretamente que él era la luz del mundo, incluso para los que estaban en las tinieblas del infierno. La redención es universal para todos los hombres que vivieron en la tierra. La luz salvadora de Cristo también llega a las profundidades del Hades y libera a los justos muertos allí detenidos, haciéndolos resucitar y uniéndolos con él en la gloria del Padre

La Cruz sigue entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.

Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro.Descansa: "consummatum est", "todo se ha cumplido".

Pero este silencio se puede llamar plenitud de la palabra. El anonadamiento, es elocuente. "Fulget crucis mysterium": "resplandece el misterio de la Cruz."

El sábado es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: "nosotros esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.

El sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual.

 

https://www.aciprensa.com/recursos/sabado-santo-2000. Recuperado 02.02.2021

http://www.calendariobizantino.it/calendario-4.1617400800.html. Recuperado 02.02.2021