martes, 30 de septiembre de 2014

Compartiendo nuestro acervo cultural: LÍBANO ... La gruta de Jeita


La gruta de Jeita (en árabe: مغارة جعيتا). Son dos cavernas de piedra caliza, separadas, al mismo tiempo interconectadas, con una longitud aprox. de 9 km. Las cuevas se encuentran en el valle de Nahr al-Kalb en la localidad de Jeita, a 18 kilómetros al norte de Beirut. 
Aunque habitada en la prehistoria, la cueva inferior fue descubierta en 1836 por el reverendo William Thomson, y sólo puede ser visitada en pequeños botes, ya que está sumergida en un río subterráneo. Durante años se mantuvo totalmente inhabitada!!!

Luego de su descubrimiento, dos ingenieros de la compañía de aguas de Beirut exploraron más detalladamente la cueva en dos expediciones llevadas a cabo en 1873 y 1874, con el fin de conocer la principal fuente de agua que abastecía a Beirut, y que aún a día de hoy da agua potable a más de millón y medio de habitantes.


En 1958, espeleólogos libaneses descubrieron las galerías superiores de 60 metros por encima de la cueva inferior, éstas han sido acopladas con un túnel de acceso y una serie de pasarelas para que los visitantes tengan el acceso sin alterar el paisaje natural.

En la parte alta se encuentra la estalactita más grande del mundo, que al mismo tiempo está compuesta de una serie de divisiones que poseen picos de aproximadamente 8 m de altura.





Además de ser un símbolo nacional del Líbano, la gruta Jeita desempeña un papel social, económico y cultural importante, es finalista para el concurso de Las 7 Nuevas Maravillas de la Naturaleza en el mundo.[1]


La mirada, llena de admiración y maravilla, se detiene asombrada...
Jeita, como otros magníficos  lugares del mundo,nos invitan a descubrir un signo visible de la caridad divina . Después entrará en escena la historia.

Incluso antes de descubrir a Dios que se revela en la historia de un pueblo, se da una revelación cósmica, abierta a todos, ofrecida a toda la humanidad por el único Creador, «Dios de los dioses» y «Señor de los señores» (Sal 135, 2-3). 

Como había cantado el Salmo 18, «el cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra» (versículos 2-3). Existe, por tanto, un mensaje divino, grabado secretamente en la creación, signo del «hesed», de la fidelidad amorosa de Dios que da a sus criaturas el ser y la vida, el agua y la comida, la luz y el tiempo. 

Es necesario tener ojos limpios para contemplar esta manifestación divina. La alabanza orante surge de la contemplación de las «maravillas» de Dios (Cf. Salmo 135,4), presentes en la creación, y se transforma en un himno gozoso de alabanza y de acción de gracias al Señor. 

De las obras creadas se llega así a la grandeza de Dios, a su amorosa misericordia. Es lo que nos enseñan los padres de la Iglesia, en cuya voz resuena la constante Tradición cristiana. De este modo, San Basilio Magno, en una de las páginas iniciales de su primera homilía se detiene a considerar la sabia acción de Dios, y  reconoce en la bondad divina el centro propulsor de la creación.
[2]



[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Gruta_de_Jeita
[2] http://es.catholic.net/


martes, 23 de septiembre de 2014

Padre Pío: Misticismo y Dones espléndidos...

"Para atraernos, Nuestro Señor nos regala un multitud de gracias que nosotros pensamos nos pueden llevar fácilmente al cielo. Mas no sabemos, que para crecer, necesitamos del pan básico: la cruz,la humillación, las pruebas y las negaciones". Padre Pío


Cierto incidente remarca la generosidad del Padre Pío en una etapa en la que se muestra el espíritu de abandono con el que entró en su nueva vida. Aunque nunca fue muy robusto, la salud del joven novicio fue afectada debido a las severas mortificaciones a las que él se sujetaba. Tanto así, que sus padres, al visitarlo a finales de este año de noviciado, estaban tan impresionados con su apariencia tan demacrada que pensaron que estaba enfermo. Otro incidente en Venafro nos dá una idea de su progreso. Está escrito que una vez vivió por 21 días sin ningún tipo de nutrición, dependiendo solamente de la Sagrada Eucaristía como alimento. Es sumamente interesante observar que en los años posteriores, Padre Pío nunca dejó de ser tan riguroso como en esos primeros días. Al contrario,  su rigurosidad aumentó y era visto como algo milagroso el hecho que un hombre sobreviviera con tan poco alimento y tan   poco descanso .[1]
Podemos tener una leve idea de lo que Dios estaba haciendo en las profundidades de alma del Padre Pío por los escritos de esta época: "Qué difícil es, Padre el camino de perfección Cristiana para un alma tan mal dispuesta como la mía. Mi vileza me hace temeroso en cada paso que doy" (4.7.1915). En esta etapa del alma, Dios suele alejar su presencia por largos períodos y el que sufre puede sentirse perdido: "La paz se ha desvanecido por completo de mi alma. Me he vuelto completamente ciego. Me encuentro sumergido en una noche profunda y no importa cuánto busco, no encuentro la luz. ¿Cómo, entonces, puedo caminar hacia el Señor?. El, con todo el derecho, me ha lanzado entre los perennemente muertos a quienes El no recuerda más" (8.3.1916).

LA BILOCACIÓN
La bilocación es la presencia simultánea de una misma persona en dos lugares.

En el convento de San Elías de Pennisi, Fray Pío experimentó por primera vez el fenómeno de la bilocación. La noche del 18 de enero de 1905, mientras se encontraba en el coro, recogido en profunda oración, se sintió trasladado a una casa señorial de la ciudad de Údine, donde estaba muriéndose un hombre y naciendo una niña.
Los fenómenos de bilocación sobrenatural se dan por una representación sensible, hecha milagrosamente por Dios, en uno de los lugares de la bilocación.

El caso curioso fue narrado por el mismo religioso que, por obediencia lo puso por escrito y, después de muchos años, por la joven que entonces había nacido.
"Hace días- escribe Fray Pío- me pasó algo insospechado: 
Mientras me encontraba en el coro con Fray Atanasio, eran como las 23 horas del 18 de este mes cuando me encontré en una casa señorial donde moría un papá mientras nacía una niña. 

 Se me apareció entonces la Santísima Virgen que me dijo:  ‘Te confío esta criatura, es una piedra preciosa en su estado  bruto. Trabájala, límpiala, hazla lo más brillante posible,  porque un día quiero usarla para adornarme…’ Le contesté  a la Virgen: ‘¿Cómo podría ser posible, si yo soy todavía un  estudiante y no sé si un día podré tener la suerte y la alegría  de ser sacerdote? Y aunque llegue a ser sacerdote, ¿cómo  podré ocuparme de esta niña, viviendo yo tan lejos de    aquí?’
 La Virgen me respondió: ‘No dudes. Será ella quien irá a  buscarte, pero antes la encontrarás en la Basílica de San  Pedro en Roma’. Después de esto… me encontré otra vez en  el coro".






Este escrito fue cuidadosamente guardado por el director espiritual del Padre Pío, el padre Agustín de San Marco en Lamis. 
La niña de la que se habla en el escrito se llama Giovanna Rizzani. Su Papá estaba inscrito en la Masonería. Durante su última enfermedad, su lujosa residencia fue rigurosamente vigilada día y noche por los masones, situada en la calle Tiberio de Ciani No. 33 de la ciudad italiana de Údine. Esto, para impedir el paso de cualquier sacerdote.

Horas antes de morir, su esposa Leonilde- que era muy religiosa- estaba cerca del lecho del moribundo recogida en oración y lágrimas. De repente vio salir de la recámara y alejarse por el pasillo a un fraile capuchino. Se levantó enseguida, lo llamó y lo siguió mientras el fraile desaparecía.
Cuando la bilocación se da en cuerpo y alma: la persona completa; el cuerpo que parece permanecer en el lugar de origen, y  las personas creen que no se ha movido para nada, no es más que una representación de la persona hecha por el ministerio de un ángel (o de otro modo desconocido por nosotros), mientras que la verdadera persona se ha trasladado en cuerpo y alma a la otra parte.
Esta doble presencia, representativa en un lado, y física, del otro, es esencial a la bilocación de cualquier manera que se verifique, ya sea en cuerpo y alma, o sea puramente en espíritu, pero de manera visible. También se debe insistir en que esta doble presencia de la que hablamos, la una física, la otra representativa, supone necesariamente, para constituir verdadera bilocación, la traslación, es decir, el paso de la persona de un lugar a otro, ya sea en cuerpo y alma, ya al menos en espíritu,[2]
La señora estaba extremadamente angustiada pensando en su esposo que se moría sin los auxilios religiosos. En aquel momento, oyó gemir al perro que estaba amarrado en el jardín de la casa, como si el animal percibiera la muerte ya próxima del amo.
La señora, no aguantando el gemido del perro, fue a soltarlo. En esos momentos sintió los dolores del parto y allí mismo dio a luz a una niña. El administrador de la casa corrió para ayudarle. De lejos vieron la escena los dos masones que vigilaban la entrada y también el párroco que quería entrar a la casa para auxiliar al moribundo.

El administrador, después de que ayudó a la señora a alcanzar la recámara, bajó indignado contra los masones que impedían el paso al sacerdote y les gritó: "Dejen entrar al padre. Ustedes pueden impedirle que asista al moribundo, pero no tienen derecho a impedirle que vaya a bautizar a la niña que acaba de nacer prematuramente". Fue así como se dejó pasar al sacerdote, que además de bautizar a la niña, administró los últimos sacramentos al moribundo arrepentido.
A la muerte del señor Juan Bautista Rizzani, la joven viuda se trasladó a Roma con sus papás. Allí, la pequeña Giovanna creció educada cristianamente.[3]

 Lic.Susana Moreno
Catequista



[1] https://www.ewtn.com/padrepio/sp/mystic/misticismo_del_PP.htm
[2] http://www.corazones.org/diccionario/bilocacion.htm
[3] Id.ref.1




domingo, 21 de septiembre de 2014

louange en arabe "Je t'aime Jésus"

“Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres”

San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Carta apostólica “Mulieris dignitatem / La dignidad de la mujer”, § 31 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana) 



“Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres”




     «Si conocieras el don de Dios» (Jn 4, 10), dice Jesús a la samaritana en el transcurso de uno de aquellos admirables coloquios que muestran la gran estima que Cristo tiene por la dignidad de la mujer y por la vocación que le permite tomar parte en su misión mesiánica. […] La Iglesia desea dar gracias a la Santísima Trinidad por el «misterio de la mujer» y por cada mujer, por lo que constituye la medida eterna de su dignidad femenina, por las «maravillas de Dios», que en la historia de la humanidad se han cumplido en ella y por medio de ella. En definitiva, ¿no se ha obrado en ella y por medio de ella lo más grande que existe en la historia del hombre sobre la tierra, es decir, el acontecimiento de que Dios mismo se ha hecho hombre?

     La Iglesia, por consiguiente, da gracias por todas las mujeres y por cada una: por las madres, las hermanas, las esposas; por las mujeres consagradas a Dios en la virginidad; por las mujeres dedicadas a tantos y tantos seres humanos que esperan el amor gratuito de otra persona; por las mujeres que velan por el ser humano en la familia, la cual es el signo fundamental de la comunidad humana; por las mujeres que trabajan profesionalmente, mujeres cargadas a veces con una gran responsabilidad social […].

     La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del «genio» femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y de las naciones; da gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios […]. La Iglesia pide, al mismo tiempo, que estas inestimables «manifestaciones del Espíritu» (cf. 1 Cor 12, 4 ss.), […], sean reconocidas debidamente, valorizadas, para que redunden en común beneficio de la Iglesia y de la humanidad.


El oficio del miedo


En el amor no hay temor. Así dice en el Libro. El amor, que todo lo cree, todo lo sufre, todo lo espera, todo lo soporta, no deja espacio para el miedo. Sin embargo tenemos miedo: miedo de esperar, de creer, de sufrir, de soportar. Exactamente lo contrario.

Demasiado pronto les decimos a las personas que tienen miedo porque han hecho algo malo. Puede ser. Pero el origen del miedo siempre – casi siempre – es instalado en nosotros desde el vientre mismo. Aprendemos rápido que el amor tiene condiciones. Si hacemos esto o aquello, seremos amados. Si no lo hacemos, seremos desaprobados, rechazados, castigados. El miedo es construido en nosotros por imágenes tan primitivas como el viejo del costal o la del policía que se lleva a los niños desobedientes.

Sigue creciendo en la escuela, donde al matón o la matona del curso imponen su ley con la amenaza de que si decimos algo a la maestra o a los padres algo más terrible nos sucederá.
Ocurre en las relaciones más simples y adolescentes, donde los chantajes se suceden unos a otros. Ocurre en los trabajos, donde a veces conservamos el empleo haciendo pequeñas o grandes concesiones para asegurar lo que tenemos y para lograr algo más.

Ocurre en la iglesia. Sí, en la iglesia, donde el oficio del miedo tiene implicaciones eternas; donde una condena infinita sobrevendrá a quienes osen traspasar los linderos de la tradición y de la doctrina. Ya no es una consecuencia pasajera, una restitución con límites. No. El miedo es acicateado por la imagen de un castigo fuera de toda proporción, administrados por los señores que vigilan, que examinan, que juzgan, que portan el reglamento en donde todo cabe, donde todo está, donde todo entra.
Ocurre en la vida entera.

Es casi trágico concluir que lo único que mata el miedo es el amor. La verdadera libertad vence al miedo para siempre, pero su precio es extremadamente alto. Y sólo el amor puede estar dispuesto a pagarlo o a hacerlo pagar.

Parece lejano – pero no inalcanzable – el tiempo en que la verdad nos haga verdaderamente libres. Ese debería ser el oficio fundamental de la fe y no su peor defecto.(1)


(1)Alfa Romeodiosexiste Resumen 21 Sep 2014 04:55:48 +0200 Número 2874