viernes, 25 de septiembre de 2020

El Icono: un poco de historia

El icono es semejanza, ejemplo y paradigma de Alguien que se muestra a través suyo… 
Ha sido pensado para que lo oculto se hiciese manifiesto.”  San Juan Damasceno


Es muy difícil decir brevemente sobre los Iconos ya que es un tema muy amplio y rico. Me propongo, primero, ubicarlos históricamente porque no podemos considerarlos como pertenecientes a Oriente Cristiano únicamente, aunque sí debemos a Oriente su inspiración y su fidelidad en conservar la Tradición.
Los Iconos son mucho más que una imagen de devoción son imágenes de Culto, y corresponde devolverles su significado y presencia, actualizar su vigencia. Llamativamente Occidente católico está redescubriendo su belleza y comienza a hacerles sitio, pero queda un largo camino por transitar para darles el lugar que les corresponde en nuestros  templos, en la Liturgia, en nuestras  familias.

Para valorar esta herencia conviene conocer su razón de ser que pensamos presentar gradualmente en las sucesivas publicaciones de la Revista, para ampliar nuestra comprensión.


Un poco de historia
Sabemos de la prohibición de las imágenes en el AT (cfr. Ex 20,4). Pero con el Nacimiento de Jesús, Dios no oculta su imagen en su trascendencia indescriptible sino que la revela en su Hijo hecho carne, imagen visible de Dios Invisible. El Señor Jesús le dijo a Felipe: “Quien me ve a mí ve también al Padre” (cfr. Jn. 14,9). La Iglesia concluyó que la prohibición anterior fue necesaria para evitar la idolatría, pero en la Nueva Alianza, para quienes profesan fe en Jesucristo, les está permitido contemplar su Rostro. Actualicemos lo que esto significa para nosotros creyentes como itinerario espiritual a recorrer en la fe!.

Con todo, en los comienzos, las primeras comunidades cristianas tuvieron sus vacilaciones, tal vez influenciados todavía por sus raíces en el judaísmo. A pesar de estas dificultades, la Iglesia primitiva, que con cariño había custodiado las Palabras de Cristo, con lógica y con amor deseaba retener también la imagen de su santa humanidad, el rostro amado de su Esposo Divino, por eso con discernimiento recurrirá al arte, purificándolo y sublimándolo a tal punto que se hiciese apto para transparentar “los espectáculos misteriosos y sobrenaturales”,  tomando expresiones de San Juan Damasceno.

De hecho honraron imágenes que llamaron “ajeiropoietes”, es decir, no pintadas por manos humanas. Las más veneradas fueron las de Abgar y la de Verónica…  son los iconos llamados de la Santa Faz (Mandylion). También se le atribuyó al evangelista Lucas notables cualidades artísticas y haber pintado a la Madre de Dios con el Niño Jesús,  sin El, y en actitud orante.

El primer arte cristiano que conocemos es el de las Catacumbas, con especial relevancia en Roma. Según Evdokimov, este arte es eminente y exclusivamente “significativo”, es decir, expone la doctrina por medio de signos cifrados, conocidos por los cristianos. Su fin es didáctico: proclamar la salvación y expresar sus instrumentos.

En los albores del siglo IV, bajo una nueva forma nunca vista hasta entonces, el arte del icono se deja ver no ya como mero signo, sino como símbolo de la presencia de lo sobrenatural, visión litúrgica del misterio hecho imagen. Es bueno aclarar que el signo  informa e indica (arte catacumbal) mientras que el símbolo remite en comunión de esencia a lo simbolizado, de algún modo presente en él, y es lo propio del arte icónico.

Los historiadores del icono sitúan el origen del icono en la región siro-palestina, cuna del cristianismo. Aunque en sus comienzos se inspiraron en el arte antiguo, en la pintura de los frescos, en las miniaturas y en los bajo-relieves de los sarcófagos, sobre todo bebieron su estilo y su espiritualidad en el ambiente y la cosmovisión de Bizancio. Como arte alcanzó su propio estilo y simbología, para convertirse en arte sacro, teología escrita y narrada a través de las líneas, los colores y la forma.

Durante los primeros siete siglos de la Iglesia, debido a la aparición de diversas herejías cristológicas, la Iglesia se abocó a definir en términos precisos el misterio del Verbo Encarnado, a la par,  los iconos fueron la expresión en imagen de aquella profesión de fe que tenía su fundamente en Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, pero que abarcaba también todas las verdades de nuestro CREDO. Cuando parecían haber terminado las herejías es cuando sorpresivamente estalló una ofensiva contra la Iglesia en torno del Icono. Este período de persecución y destrucción de imágenes, de exilio para algunos, tortura o muerte para otros, especialmente de iconógrafos, abarcó desde el año 726 al 842, con una tregua de 27 años en medio, se la conoce como la guerra iconoclasta la que finalizó con el Concilio de Constantinopla en el que se anatematizó a los iconoclastas y celebró en Santa Sofía un solemne Oficio bajo el nombre de la “Gran fiesta de la ortodoxia”. Era el primer domingo de cuaresma. Se celebra como El triunfo de la Ortodoxia.

“Insensible al realismo evangélico, a lo sacro de la Historia, el Iconoclasmo niega el realismo de la santidad, su capacidad de transfigurar la naturaleza…. Golpeaba a la vez al icono, al estado monástico, al culto de los santos, y a la maternidad divina de la Theotokos… por el contrario, la intransigencia de los defensores del icono, asumiendo incluso el martirio, superó de lejos el elemento didáctico o artístico: en el icono, la Iglesia defendió el fundamento mismo de la fe cristiana”. (Paul Evdokimov)

“La catástrofe que representaba el iconoclasmo exigió el esfuerzo supremo, la tensión de todas las fuerzas de la Iglesia, la sangre de sus mártires y de sus confesores, la experiencia espiritual y la sabiduría de los Padres apologetas, la fe inquebrantable del pueblo, su tierna e inflexible devoción, la firmeza y la audacia de los obispos que permanecieron fieles a la ortodoxia. Fue realmente un esfuerzo de la Iglesia en su conjunto” (Ouspensky).

Las afirmaciones cristológicas de los Concilios anteriores culminaron así en un grandioso Himno Iconosófico y doxológico. “La Iglesia de Cristo resplandece ahora con los sagrados iconos, como una esposa ataviada de joyas”. (I Vísperas del Triunfo de la Ortodoxia)

Se puede decir que también hubo un Iconoclasmo en Occidente marcado por el espíritu de la Reforma, que vació las Iglesias, dejando en ellas sólo la Palabra y un gran vacío. En respuesta, el concilio de Trento precisaría una vez más la doctrina católica de las imágenes y proclamaría la legitimidad y conveniencia de su culto.

Al considerar la fe y el valor de los creyentes en los primeros siglos en la fe, hagamos presente en nuestra oración ante los Sagrados Iconos también a nuestros hermanos que sufren persecución y nos testimonian hoy que sus lámparas están encedidas en el amor a Cristo. El realismo de su santidad actual nos sacuda interiormente y encienda también nuestros corazones. Que la Madre de Dios y los Santos intercedan por todos, ellos y nosotros!!. Amén.

H. Adriana Barone, rbp
http//:angelo-iconos.blogspot.com.ar

Publicado en la Revista Allah Mahabba, edición impresa, Año XVII, N° 49, Agosto 2016.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Una Mujer como los Apóstoles

Junto con María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia a pleno título,  encontramos ya en las páginas del Nuevo Testamento, una gran cantidad de mujeres que bien merecen asociarse a la maternidad espiritual de la Virgen Santa. 

Así en la Iglesia de Jerusalén, encontramos a María Magdalena, la primera testigo de la Resurrección, que  seguramente tuvo un rol de importancia en la Primera Comunidad... (más allá de las conjeturas de algunas actuales versiones novelescas). 

Está María, la madre de Marcos, con la comunidad reunida en su casa (el cenáculo) y con su inquieta servidora Rosa (o Rodé). Están Tabita y Lidia, Evodia y Síntique, Eunice y Loida, María de Roma y Persis. 

Están la diaconisa Febe y también Julia, Olimpia, Trifena, Trifosa, la hermana de Nereo y la mamá de Rufo, de la Comunidad de Roma (ver Umbrales n. 165).
Aquí quisiéramos recordar la  historia de las "Madres de la Iglesia", de los primeros tiempos de la Iglesia, no recordadas en el Nuevo Testamento, pero igualmente reconocidas en la tradición eclesial.
Empezamos recordando la historia de Tecla de Iconio, que tiene el grandioso título de Isoapóstola (Igual a los apóstoles).

Tecla fue seguramente el modelo de cristiana más popular de los primeros tiempos de la Iglesia. Los más destacados "Padres de la Iglesia" se refieren a ella como modelo para las muchachas que quieren entregar su vida a Cristo; así, por ejemplo, Juan Crisóstomo, Ambrosio de Milán, Gregorio de Niza y el mismo Tertuliano…

Durante el año 48, en la ciudad de Iconio, San Pablo predicaba en la   casa de un amigo. 
Enfrente vivía Tecla, hija de Teoclia, una joven de familia rica, prometida en matrimonio a Tamiris.
Tecla quedó extasiada con la predica de Pablo y decidió seguirlo en su   peregrinar. Su prometido denunció a Pablo por hechicero y éste fue encarcelado. 

Ante esta situación, Tecla repartió sus joyas entre los pobres y las utilizó para conseguir la liberación de San Pablo. A partir de este momento,Tecla y Pablo viajan juntos, predicando el Evangelio. Posteriormente la santa siguió sola su misión en Seleucia. Fue perseguida por las autoridades romanas, encarcelada y sometida a terribles tormentos de los que salió incólume.

Los "Actos del martirio" de Tecla incluyen, entre otros, los siguientes tormentos: fue lanzada a un foso con reptiles venenosos, que no la tocaron. Se la ató entre dos bueyes, para despedazarla, y éstos perdieron su fuerza. La colocaron sobre una pira para quemarla viva, pero el fuego se apartó y quemó a sus verdugos. 

Finalmente, fue lanzada a los leones, los cuales lamieron sus heridas y sanó. Esta persecución, que empezó cuando tenía 18 años, la hace "protomártir" de las mujeres. 
Derrotados, sus perseguidores la dejaron en libertad y ella vivó en una cueva, como ermitaña, dedicada a la oración hasta su vejez.

Así, "la protomártir, apóstola y virgen de Dios, vivió otros 72 años", como nos recuerdan los "Actos de Pablo y Tecla", un manuscrito griego de Asia Menor, del siglo II. 

Hay un dato interesante en el relato de la persecución, y es que todas las mujeres de Iconio se pusieron, solidariamente, al lado de Tecla, protestando frente a la autoridad: "¡Perezca la ciudad a causa de esta iniquidad! ¡Mátanos a todas nosotras!; esto es un espectáculo atroz, y tu sentencia,  procónsul, es malvada".

Además de las palabras, las mujeres pasaron a una solidaridad efectiva, tirando sus perfumes y otros objetos personales para distraer a las bestias del circo y logrado su propósito,  alabaron a Dios, gritando: "¡Hay un solo Dios; el Dios que ha salvado a Tecla!".

Ya anciana, y en una nueva agresión, le fueron enviados unos soldados  para ultrajarla. Tecla de Iconio oró para librarse del nuevo tormento y permanecer pura. La cueva se derrumbó, transformándose en su tumba. Después de su muerte, ese lugar se transformó inmediatamente en lugar de peregrinaciones y de gran veneración. 

Otra mujer excepcional del siglo IV, la peregrina Egeria (también ella una de las "Madres de la Iglesia") nos relata que durante su peregrinación encontró en Seleucia el santuario dedicado a Santa Tecla, y animado por la diaconisa Marthana, que dirigía un monasterio de mujeres y hombres. Las dos mujeres ya se habían conocido antes en Jerusalén, y ahora podían abrazarse nuevamente, en este lugar mítico, que Tecla de Iconio con su  coraje y su radicalismo cristiano, había transformado en lugar de memoria  para todas las mujeres cristianas, y para toda la Iglesia.


Autor:Quinto Regazzoni
http://www.chasque.net/umbrales/rev176/30.HTM

domingo, 13 de septiembre de 2020

Las Iglesias católicas orientales

De acuerdo con la Divina Providencia que ha venido sobre varias iglesias fundadas por los apóstoles y sus sucesores en varios lugares, éstas durante el transcurso del tiempo han formado comuniones fortalecidas por un vínculo orgánico. Aunque la unidad de la fe y la unidad de la divinamente establecida Iglesia Universal permanece intacta, esas comuniones tienen sus propias formas, sus propios ritos litúrgicos, y sus propias herencias teológicas y espirituales... Esa diversidad de iglesias locales dirigidas en una maravillosa unidad, prueba la catolicidad de la unidad de la iglesia.

En nuestra Iglesia hay dos grandes familias de ritos, los occidentales y los orientales. Entre los ritos occidentales se encuentran el romano, el milanés o ambrosiano y el visigodo o mozárabe o hispánico. Históricamente se pueden citar más ritos, pero estos son los que están actualmente en uso. 
Los patriarcas católicos visitan Bagdad para reunirse con jóvenes y celebrar a sus mártires
Encuentro de Patriarcas Católicos. 23.11.2018
Y entre los orientales se enumeran cinco: el alejandrino, el antioqueno, el armenio, el caldeo y el constantinopolitano o bizantino. Se puede observar que entre estos ritos se encuentran los de los tres grandes Patriarcados de la antigüedad: el de Alejandría, el de Antioquía y el de Constantinopla.
S.B.Youssef Absi, Patriarca de Antioquìa y Todo Oriente,
Alejandría y Jerusalén para los católicos grecomelquitas
El Código de los Cánones de las Iglesias Orientales (Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium, en adelante CCEO), en el canon 27, las define como “la agrupación de fieles cristianos unidos a la jerarquía, que la suprema autoridad de la Iglesia reconoce expresa o tácitamente como sui iuris”. La expresión "sui iuris"   indica que son iglesias autónomas para legislar de modo independiente respecto a su rito y su disciplina, pero no respecto de los dogmas, que son universales y comunes a todas ellas y garantizan su unidad de fe – formando, esencialmente, una única Iglesia Católica obediente al Santo Padre, el Papa, que a todas preside en la caridad.

Las Iglesias orientales católicas son supervisadas por la Congregación para las Iglesias Orientales . Ésta fue creada en 1862 por el papa Pío IX, inicialmente como parte de la Congregación para la Propagación de la Fe, que supervisaba la actividad misionera, aunque se convirtió en congregación independiente en 1917.

El hecho de que se reconozca una Iglesia sui iuris se debe a que estas Iglesias particulares se engarzan en uno de los cinco ritos orientales. Entendiendo como rito “al patrimonio litúrgico, teológico, espiritual y disciplinar, distinto por la cultura y circunstancias históricas de pueblos, que se expresa en un modo de vivir la fe que es propio de cada una de las Iglesias autónomas”.

Profundas razones históricas llevan a considerar y respetar el patrimonio espiritual de cada una de ellas. Todas ellas son tributarias del patrimonio espiritual de uno de los Patriarcados de la antigüedad, o de otras venerables tradiciones.

En el caso de Armenia, esta nación recibió la fe cristiana antes del siglo III. Y los cristianos de Caldea pueden remontar sus antecedentes en la fe a los Apóstoles. Con el paso de los siglos se formaron esas tradiciones homogéneas que derivaron en la constitución de liturgias propias y Patriarcados autónomos. Aunque hubo cismas y herejías que rompieron la unidad de la Iglesia, hubo cristianos de esas tradiciones que volvieron a la comunión con el Romano Pontífice. Para poder respetar su rico patrimonio espiritual se constituyeron en Iglesias sui iuris.

Después del Concilio Vaticano II se inició una nueva codificación, tanto latina como oriental. En el caso de los orientales el 18 de octubre de 1990, con la Constitución Apostólica Sacri Canones, el Papa Juan Pablo II promulgó el vigente CCEO.

El CCEO, en su canon 1, indica que sus cánones se refieren sólo a las Iglesias católicas orientales. Es una norma paralela a la del Código latino, también en su canon 1º. Y es que, aunque -como es lógico- responde a la misma fe y a la unidad sustancial de la Iglesia de régimen y sacramentos, entre ambas partes hay una variedad que forma parte de la belleza de la iglesia que Cristo fundó. Porque el Señor quiso que en la Iglesia haya unidad, pero no uniformidad.

Es verdaderamente, una gran contribución a la unidad de la Iglesia que orientales y latinos conozcamos nuestras tradiciones y las respetemos y amemos.


Referencias Digitales:
Pedro María Reyes Vizcaíno | Fuente: Catholic.net
https://es.aleteia.org/2016/08/08/sabias-que-la-iglesia-catolica-esta-constituida-por-24-iglesias-autonomas/

martes, 1 de septiembre de 2020

La Biblia: Palabra de Dios

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"Dios mío, abre mi espíritu y dame inteligencia para aprender las verdades de la salvación.

En vano leeré o escucharé la Verdad si Tú no haces que penetre en mi corazón.

Concédeme ardor para buscarla, docilidad para aceptarla y fidelidad para cumplirla."
                                                                             Santo Tomás de Aquino

Acerca de las Sagradas Escrituras, podría decirse que no existe casi, cultura que no haga alguna referencia a las mismas, ni revisión histórica sobre la antigüedad que no recurra a ellas.

A pesar de todo, a veces nos resulta difícil comprender  algunos de sus textos, siendo además, el libro que más se empieza a leer y el que menos se termina de leer.

Los eruditos en estudios bíblicos examinan el contexto histórico del texto bíblico, la atribución de la autoría de cada uno de los libros y el contraste entre la narración bíblica y las evidencias externas.

Los distintos manuscritos bíblicos hacen suponer que no fueron nutridos de una única fuente, así como el volumen grande de los primeros textos (y sus paralelos) los vuelven más fiables y con menos posibilidades,  a través de los años, de haber sido cambiados.

Los libros que comprenden el Antiguo Testamento están escritos en su mayor parte en hebreo bíblico y  algunos en arameo bíblico. El fragmento más antiguo conservado es un pequeño amuleto de plata datado  600 a.C. que contiene una versión de la bendición sacerdotal o bendición aaronita: “Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti…”

Así el Antiguo Testamento prepara y anuncia la Venida del Mesías. Hay en el Antiguo Testamento, muchas profecías mesiánicas, algunas consideradas muy claras y relevantes, como por ejemplo el nacimiento de Jesús en Isaías 7, 14: “Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel”; o en Miqueas 5,2: “Más tú, Belén  Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá´, tú me darás a aquel que debe gobernar Israel, y cuyos orígenes se pierden en el pasado, en épocas antiguas.”

En el Nuevo Testamento, la Palabra de Dios se manifiesta eminentemente en Cristo que invita a los apóstoles a predicar el Evangelio. Esta Buena Noticia, se trata de una revelación progresiva que surge en el Antiguo Testamento de la Biblia, y luego, cuando Dios se hizo hombre en la persona de Jesús, fue completada y perfeccionada por El y registrada en el Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento fue escrito originalmente en griego y luego en latín.  La forma canónica de los cuatro evangelios fue propuesto por San Ireneo de Lyon en el año 180. El resto de los otros muchos evangelios existentes fueron considerados “no canónicos” y Atanasio de Alejandría, proporciona en el año 367 una lista de obras que coincide exactamente con lo que pasó a ser el canon del Nuevo Testamento.

Además de los cuatro Evangelios, el N.T. contiene los Hechos de los Apóstoles, las cartas del apóstol Pedro, Pablo, Juan, Santiago, la carta a los Hebreos y el Apocalipsis.

El autor de los Hechos de los Apóstoles es San Lucas, que no fue discípulo directo de Jesucristo. Vivía fuera de Palestina: en Antioquía, pero cuando se convirtió, se interesó no sólo en investigar los acontecimientos sino también en consignarlos por escrito.

Realmente, San Lucas, es una bendición para la Iglesia: es el cronista privilegiado que nos transmite,y sólo él, por ejemplo, la infancia de Jesús.

A él también le debemos la noticia de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés y presenta la figura de San Pedro como el primer Papa de la historia.

La Iglesia, a través del Misterio Pascual, recibe el don de la verdad última sobre la vida del hombre y ha anunciado que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida, y que la verdad alcanzada es sólo una etapa hacia aquella Verdad Total que se manifestará: “Ahora vemos como en un espejo, confusamente, después veremos cara a cara. Ahora, conocemos imperfectamente, después conoceremos como Dios nos conoce a cada uno de nosotros.”  1ªCor.13, 12

La Revelación la vemos expresada en obras y en palabras intrínsecamente ligadas.

Las obras de Dios manifiestan y confirman las realidades que las Palabras significan, a su vez las palabras proclaman las obras y explican su Misterio.

Las Sagradas Escrituras nos muestran la admirable condescendencia de Dios hacia nosotros para que vivamos “Su Amor Inefable”, en ella podemos hallar normas de conducta para el camino hacia la santidad, descubrir el inmenso amor de Dios y su plan de salvación.

Lic. Susana Moreno
Catequista