Santa Tecla, fue una mártir anatólica del siglo I, venerada como santa por la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.
Tecla fue reverenciada como un modelo de castidad femenina por los primeros movimientos ascéticos cristianos, especialmente en Egipto, Siria y Armenia. Su culto estuvo muy difundido en las ciudades de Seleucia, Iconium (actual Konya) y Nicomedia. En la iglesia Ortodoxa, donde la gran difusión de los Hechos de Pablo y Tecla generó una fuerte veneración por Tecla, es considerada «protomártir entre las mujeres e igual a los apóstoles».
En su segundo viaje apostólico, hacia el año 48, San Pablo visita Iconio acompañado de Bernabé. Es una ciudad de Asia Menor que hoy forma parte de Turquía. Al entrar en la ciudad es invitado cortés y amablemente por Onesíforo a hospedarse en su casa.
Las puertas están abiertas a quien quiera escuchar el anuncio del Evangelio. A la casa van acudiendo las gentes. Pero, aparte de los que se reúnen, alguien más escucha la Palabra. Se proponen doctrinas nuevas que resultan inauditas y apasionantes como la continencia y la resurrección.
Frente a ese punto de encuentro tiene su hogar una familia noble y rica. Allí vive Tecla con sus dieciocho años. Es la hija bellísima y casadera que se embelesa con lo que le llega de la predicación del Apóstol. Su madre está inquieta y sumamente molesta porque sólo vive para escuchar lo que se está diciendo en la casa de enfrente; la ha visto como en éxtasis, ausente... ni siquiera come, día y noche está sin pestañear clavada en la ventana, no pierde detalle. Termina por comunicar a Tamiris, novio de Tecla, su preocupación. Todos los esfuerzos familiares se han aunado para hacerla desistir de su actitud y todos los razonamientos resultan vanos a la hora de intentar que la joven se olvide de lo que está escuchando. Ella ha tomado la resolución de abandonar su vida cómoda y sus planes de futuro matrimonio, sólo quiere seguir a Jesús de quien Pablo habla.
Entre los amigos primero y entre conocidos después va de boca en boca corriendo la noticia de lo que pasa a Tecla por escuchar a ese predicador acerca de un judío resucitado. La clase alta de la ciudad se conmueve hasta tomarse la resolución de acusar a Pablo a las autoridades por brujería y hechizos.
Pablo es encarcelado y Tecla, sobornando al carcelero, entra loca de alegría en la cárcel y escucha horas y horas las grandezas de Dios, sentada en el suelo junto a los hierros del preso. Pablo fue azotado cruelmente y penado con el destierro. El delicado amor de Tamiris se trueca ahora en desesperación y odio contra quien fue su amada y se prepara una hoguera donde Tecla va a ser castigada. Es salvada milagrosamente de las llamas y marcha de Iconio tras aquel hombre que inflama con el ardor de lo que predica. Ella misma va transmitiendo a todos el porqué de su modo de vivir, que es el amor.
Muy anciana ya Tecla es tragada por la tierra.
Este relato, forjado entre la verdad histórica y los entresijos de la fábula fue alimento en el amanecer del cristianismo para las primitivas comunidades cristianas.
La dulce virgen doncella de Iconio, de la que no hay constancia en los escritos neotestamentarios, fue contemplada como la doctrina de Pablo personificada. Este apócrifo recorre el mundo cristiano oriental y occidental sin que se pueda acertar a establecer dónde está la historia y dónde la poesía o invención, pero en cualquier caso es paradigma de la entrega a Dios y de la fidelidad a su Palabra.
Ya en el siglo XIV, una reliquia suya llegó de Armenia a Tarragona de la que es patrona.
Fuentes digitales:
http://es.catholic.net/op/articulos/31969/tecla-de-iconio-santa
https://es.wikipedia.org/wiki/Tecla_de_Iconio
https://es.wikipedia.org/wiki/Tecla_de_Iconio
Actualización del artículo: 27.08.19
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