viernes, 20 de mayo de 2022

Carta Encíclica Laudato Si:

El cuidado de nuestra casa común, don de Dios, una tarea de todos.

El título de esta encíclica está inspirado en la hermosa oración “El cántico de las creaturas” de San   Francisco de Asís, patrono de la   Ecología,  el cual nos recuerda que nuestra casa común «es también    como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge  entre sus brazos» (n. 1).
 

El Santo Padre nos propone una    mirada profunda sobre las diferentes realidades en donde hoy la humanidad está inmersa. Nos invita a descubrir nuestro rol dentro de la Creación, nuestro deber con la       naturaleza y el Creador (64).


Está de más decir que Laudato Si no se reduce solamente a la problemática ambiental y ecológica como algunos medios de comunicación han  intentado indicar,  sino que también tiene una naturaleza magisterial, pastoral y espiritual. Por ello, es  importante situarla en el contexto de la realidad de la fe.
 
Tampoco es la primera vez que la Iglesia se expresa con honda preocupación sobre la Ecología,    aspecto que se relaciona  intrínsecamente con la Doctrina  Social de la Iglesia porque refiere a los grandes desafíos socio - culturales,  políticos -económicos y   religiosos - antropológicos.

Aunque la nueva perspectiva es la visión de una ecología integral como paradigma capaz de articular las relaciones de la persona con Dios, consigo misma,  con los demás y con la Creación,  que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales”, vinculadas con la situación ambiental, donde ciencia y religión puedan entablar un diálogo “intenso y productivo para ambas”.

El Papa nos invita a detenernos a pensar en los desafíos de la problemática del medio ambiente. Es una interpelación seria de la realidad sobre el cambio climático,  sobre el agotamiento de los recursos naturales y su relación con las guerras para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones.

La guerra siempre produce daños graves al   medio ambiente: “57. Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas   guerras disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones.

La guerra siempre produce daños  graves al medio ambiente y a la riqueza cultural de las poblaciones, y los riesgos se agigantan cuando se piensa en las armas nucleares y en las armas biológicas.” De cómo el deterioro del ambiente y de la  sociedad inciden directamente sobre los sectores más vulnerables: “49.

Quisiera advertir que no suele haber conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los excluidos. Ellos son la mayor parte del planeta, miles de millones de   personas.

Hoy están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero frecuentemente parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una  cuestión que se añade casi por      obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral.


De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan  frecuentemente en el último lugar.”

Los ejes temáticos en lo que está compuesto este documento le dan fuerte consistencia al mismo. 

Ellos son:

ü relación entre los pobres y fragilidad del planeta;
ü crítica al paradigma tecnocrático y las formas de poder que   derivan de este;         
ü invitación a buscar nuevas formas de entender la economía y el   progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología,
ü la  necesidad de debates sinceros y honestos,
ü la grave responsabilidad de la  política internacional y local,
ü la cultura del descarte y
ü la propuesta de un nuevo estilo de vida.» (n.16).

La Creación:
proyecto del amor de Dios.

Francisco nos recuerda que la Creación es don de Dios, regalo amoroso del Padre quien pone al hombre como custodio de la  Creación, con la misión y tarea de cuidar, conservar y renovar la casa  común, nuestro planeta, prestando especial  atención a los pobres quienes son los más       perjudicados por las  consecuencias de los daños ambientales. 
 

Asimismo nos deja esta pregunta:

 “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos suceden, a los niños que están creciendo? (n.160).

Esto nos lleva a reflexionar sobre el sentido de la existencia y el valor de la vida social, y de no hacerlo así, nuestras preocupaciones ecológicas no obtendrán resultados concretos.

Debemos pensar y estar conscientes de que la tierra es herencia común, cuyos frutos deben beneficiar y abastecer a todos por medio de la equidad (Gaudium et Spes, 69).

Recordemos que Dios creó al hombre para vivir en comunidad y en comunión.

Somos administradores de su obra creadora.

Por último, el Papa nos invita a  escuchar los gemidos de esta tierra “maltratada y saqueada” junto con el clamor de los descartados de la  sociedad.

Nos llama a una “conversión ecológica”, expresión de San Juan Pablo II, a un “cambio de rumbo” para asumir la urgencia del desafío ante el cuidado de la Creación con un sentido esperanzador ya que el ser humano es “capaz de superarse, volver a elegir el bien y regenerarse”.*


Nota: La sinopsis de la Encíclica fue elaborada por la Catequista María José Molina. Catedral San Jorge, Córdoba.

*Publicado por  la Revista Allah Mahabba. Edición Impresa. N° 46. Año XV, agosto del 2015. Argentina