lunes, 28 de diciembre de 2015

Jubileo de la Misericordia

El Papa Francisco anunció el 13 de marzo de 2015 en la Basílica de San Pedro, la celebración de un Año Santo Extraordinario. Este Jubileo iniciará con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana durante la Solemnidad de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre y concluirá el 20 de  noviembre de 2016 con la Solemnidad de Cristo Rey.

Con el Jubileo de la Misericordia, el Papa pone como eje central el Dios misericordioso que nos llama a volver hacia Él. El encuentro con Dios inspira la virtud de la misericordia.

Pero, ¿qué es la misericordia? El Papa Francisco, en la Bula Misericordiae Vultus, nos dice que “la misericordia es el acto último en el cual Dios viene a nuestro encuentro”. Es decir, viene a habitar en el corazón del hombre para que pueda mirar a través de la mirada de Cristo.

Es el camino que une a Dios con el hombre porque abre el corazón a la esperanza a pesar de nuestro pecado. Así, estamos llamados a ser nosotros mismos “signo eficaz” de la misericordia del Padre para con nuestros hermanos. Por esta razón es que el  Papa ha anunciado un Jubileo  Extraordinario de la Misericordia    como “tiempo propicio para que la Iglesia haga más fuerte y eficaz el   testimonio de los creyentes.”

La misericordia divina, como dice San Agustín, es la cualidad de la omnipotencia de Dios. Revela una realidad concreta en la cual muestra su amor de padre que se conmueve en lo más profundo de sí mismo por cada uno de sus hijos. 

La misericordia hace de la historia de Dios con su pueblo historia de salvación. Todo el Antiguo Testamento expresa el valor salvífico de Dios. Bien dice el salmo 136  “eterna es su misericordia” cuando  relata la historia de la Revelación  Divina. Es eterna porque va más allá del espacio y el tiempo humano,  abarcándola en el misterio eterno de su amor, en la mirada misericordiosa del Padre.

“Dios es amor” (1 Jn 4, 8. 16).
Este amor se ha hecho visible y real en Jesús, el Dios hecho hombre. Él es amor que se dona y ofrece generosamente a través de los signos que realiza con los  excluidos, con los   pecadores, con los pobres, con los enfermos y con los que  sufren.

Todos estos signos están embebidos en misericordia y compasión. Jesús nos invita a vivir de misericordia ya que en nosotros ha sido aplicada la misericordia divina. De esta manera, Él nos enseña que el perdón es un instrumento puesto en nuestras  maneras para ser libres del rencor y del deseo de venganza. El perdón nos libera y libera a quien nos ha ofendido. Sólo así se logra la paz de corazón.

Por esto, el Papa Francisco nos exhorta a tomar la bienaventuranza de Mt 5,7 como inspiración para este Año Santo: “Dichosos los  misericordiosos porque encontrarán misericordia.”

La misericordia, dice Francisco, “es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros.” Dios hace concreto su amor a través de nuestro diario caminar, Él atraviesa nuestra historia particular, nunca nos deja solos. Como padre amoroso, se siente responsables de nosotros, velando por nuestra felicidad, alegría y paz. Sobre esta base, debemos edificar y orientar el amor misericordioso como Iglesia: “Como ama el Padre, así aman sus hijos. Como Él es misericordioso, así estamos llamados a ser misericordiosos los unos con los otros.”



Este será un año pleno de gracia en donde podremos expresar y hacer crecer una profunda experiencia de fe haciendo vida en nuestra propia vida y en la  de los demás, la misericordia que se nos ha concedido desde el   corazón de la Trinidad. Seamos     humildes para abrir nuestro corazón a la gracia del Espíritu Santo y   reconocer nuestras faltas de amor  hacia Dios, hacia el prójimo y hacia nosotros mismos como también, seamos generosos y misericordiosos en perdonar a quienes nos han   ofendido. Dios espera sin cansarse y abre las puertas de su corazón para nosotros. Entremos en Él y dejemos que Él  habite en nosotros para ser testigos de su misericordia en el   mundo entero.

Que María, Madre de la Misericordia, quien conoce que la misericordia del Hijo de Dios no tiene límites y  alcanza a todos, nos acompañe en este caminar para que redescubramos la ternura de Dios en nuestras vidas.

María José Molina
  Catequista
Catedral Córdoba



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