lunes, 25 de marzo de 2024

El Gran Lunes, Martes y Miércoles Santo

 Lunes Santo y Grande

El Gran Lunes Santo es un día crucial dentro de la Semana Santa. Se conmemora la parábola de las diez vírgenes. Mt 25, 1-12.

Es necesario estar alerta y vigilante para recibir al novio tan pronto como llegue; nuestras almas no deben cargarse con preocupaciones innecesarias. La pasión salvadora es la gran oportunidad que el Señor nos ofrece para poder entrar al Reino, si nuestras lámparas están sin aceite, significa que estamos perdidos en las cosas del mundo y no hemos conocido el don de Dios y por lo tanto seremos excluidos del Reino. . ¡Bienaventurados, en cambio, los que tienen la lámpara encendida y pueden recibir al Esposo a su llegada! Si nuestras lámparas están llenas de aceite, significa que hemos hecho fructificar el talento que el Señor nos confió. Y luego, entraremos con Él a la luz del Reino.

El Gran Martes Santo se dedica a la lectura del Santo Evangelio según San Mateo: Mt,24-36, 26,2 «Estad en vela» (Mt 24,42).

Dichoso tú cuando Cristo llama a tu puerta. Nuestra puerta es la fe que, si es sólida, defiende toda la casa. Es por esta puerta que Cristo entra. Por eso la Iglesia dice en el Cantar de los Cantares: «Oigo la voz de mi hermano que llama a la puerta». Escucha al que llama, escucha al que desea entrar: «¡Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta! Que mi cabeza está cubierta de rocío y mis bucles del relente de la noche». (Ct 5,2). Fíjate en qué momento el Dios Verbo llama a tu puerta: cuando tu cabeza está cubierta del rocío de la noche. Porque él se digna visitar a los que están sometidos a prueba y a tentaciones a fin de que ninguno sucumba, vencido por las dificultades. Su cabeza está cubierta de rocío o de gotas de agua cuando su cuerpo está penando.

Es entonces cuando hay que velar por temor a que, cuando el Esposo vendrá, no se vaya porque ha encontrado cerrada la puerta de la casa. En efecto, si tú duermes y tu corazón no está en vela (Ct 5,2), él se aleja antes de llamar; si tu corazón está en vela, llama y te pide le abras la puerta. Nosotros, pues, disponemos de la puerta de nuestra alma, y disponemos también de las puertas sobre las cuales se ha escrito: «¡Portones, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria!» 

San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia - Sermón: La puerta de la fe.

 El Gran Miércoles Santo se recuerda la unción del pecador. Este tema de la unción tiene una importancia muy grande, pues ya es un anuncio del entierro de Jesús. (Lc.7, 36-50)

La pecadora con su unción anticipa el embalsamamiento del cuerpo vivificante del Señor. Es el Señor mismo quien atribuye este gran significado a la unción del pecador, que debe recordarse hasta el fin de los tiempos. El contacto con Jesús salva de manera total e ilumina al pecador, que antes estaba sumergido en los placeres de la noche y sumergido en el abismo del mal.

La liturgia de este día destaca el contraste entre el gesto generoso del pecador y la traición de Judas. Esta mujer rocía al Ungido de Israel con un perfume precioso y con sus lágrimas, además de lavar los pies del Salvador, también lava y borra sus pecados, porque amó mucho. En cambio, Judas quiere especular sobre este gesto de amor y contaba con el ungüento del pecador, el que estaba a punto de vender al Ungido de Dios. Judas, que había respirado la gracia de Jesús, se separa de él por envidia y por el amor al dinero; mientras que una mujer pecadora, que confiesa sus pecados con sus lágrimas, se convierte en mirófora incluso antes del entierro del Señor. ¡Ésta es la grandeza de la conversión!

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