martes, 29 de diciembre de 2015

Recen por nosotr@s!!!

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Del Arzobispo Melkita de la ciudad de Alepo: Mons. Jean-Clément Jeanbart 
Siento una fuerte necesidad de escribir, escribirles  a ustedes, mis amigos, estas pocas líneas para hacer una propuesta que,  acepten compartir conmigo parte de lo que me está molestando, parte de mi sufrimiento. Estoy triste y necesito sentir que estás muy cerca de mí para fortalecer mi resistencia, para animarme a orar al recién nacido para llenar mi corazón sombrío  y entristecido con la calidez de Su Presencia Radiante, él, La Fuente de Toda Esperanza y para todos: de liberación!

Me siento triste al ver,  tan gran número de cristianos salir del país que ha sido de ellos,  desde el nacimiento de la Iglesia, para verlos irse al extranjero y en el exilio, lejos de sus seres queridos y de todo lo que les permitía vivir en armonía en un la sociedad de buen corazón y pacífica que los hacía  felices, más aún de lo que podría ser en cualquier otro lugar.
Estoy triste por presenciar esta guerra injusta y feroz, donde siguen propagándose las semillas del terror y la inseguridad en todas partes, incluso las grandes naciones miran con indiferencia, todas las iniciativas de establecimiento de la paz con sus esquemas estratégicos dudosos e incomprensibles.

Me entristece saber que cerca de 300.000 personas han perdido su derecho sagrado a la vida. Cómo los huérfanos… ya las viudas y los discapacitados de esta guerra loca han dado lugar a la gran desgracia de nuestra sociedad y cómo las lágrimas se han transmitido desde los ojos de un sinnúmero de mujeres, que han perdido todo en este mundo violento e inhumano.

Me entristece ver a nuestro país siendo destruido después de un período de desarrollo notable y bien merecido. Miles de escuelas están cerradas; innumerables casas han sido destruidas; muchos hospitales están gravemente dañados; centrales eléctricas inoperativas y fábricas devastadas por miles. Luego están los sitios arqueológicos que han sido aniquilados, así como las iglesias cristianas que ya no se pueden utilizar, testigos todos a una larga historia  de civilización antigua.

Me entristece ver a nuestra gente que vive en la escasez, sin recursos, sin agua ni electricidad, de pie en la cola para conseguir algunos productos básicos-después de haber sido  un pueblo tan esforzado,  conocido por su gran generosidad hacia los necesitados.
Estoy triste porque ya no sé qué decir a modo de aliento a mis  fieles que, están al final de su cuerda y que, día a día, están perdiendo restos de esperanza, que han logrado colgarse hasta hoy a pesar de todo lo que pasó con ellos.

Estoy triste, sin decirlo a la gente a  mi cuidado. Pero he de decir al Señor de todas las misericordias esta noche en la Misa, que Le invito a venir en nuestra ayuda. A Él, le voy a pedir un regalo de Navidad, El que tiene el poder de traer de vuelta una sonrisa en los rostros de nuestra gente apreciada; a Él le pediré con todo mi corazón que, con su nacimiento, de luz y ternura en los corazones endurecidos, traiga la amistad entre todos y la paz en nuestro país.
Estoy triste, queridos amigos, no me abandonen; acompáñenme  con sus oraciones y su afecto. Puede ser esta Navidad para mí una fuente de consuelo y para uds. una fuente de alegría y felicidad!

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