El Himno Akáthistos es la más grande composición mariana de la Iglesia de oriente y una de las más grandes de todos los tiempos. Ha gozado siempre de gran estima entre los fieles lo que se refleja en el hecho de que su uso litúrgico se ha mantenido ininterrumpidamente durante mil quinientos años.
El himno fue creado para agradecer a la Madre de Dios su protección sobre la ciudad de Constantinopla ante el ataque de los bárbaros. Según el mismo relato su peculiar nombre se debe a que el pueblo, careciendo de espacio para sentarse, permanecía de pie toda la velada y en adelante se escucharía siempre este himno en esa posición en honor a la Virgen defensora. Desde el punto de vista teológico se puede decir que se trata de un poema sobre la encarnación y manifestación del Hijo de Dios.
El Akáthistos se proyectó en dos planos superpuestos, el de la historia y el de la fe, en dos perspectivas complementarias. La primera parte del himno propone y comenta la teofanía, es decir, la aparición y la primera revelación histórica de Dios en carne humana, con los efectos salvíficos que de ella se derivan. La segunda parte del himno propone la teología de la iglesia antigua, es decir, la profesión de los dogmas de fe que se refieren a María
En el Akáthistos se menciona al Espíritu Santo de Dios que, al bajar, cubre con su sombra a la Virgen, cambiando su seno en virgen-tierra fecunda de gracias: "Aquel seno, fecundado de lo alto, se convierte en campo fértil para todos".
El Espíritu Santo descendió también sobre los Apóstoles como lenguas de fuego, luz radiante y aliento poderoso, llenándolo todo de alegría. Entonces el antiguo pescador, lleno de su fuego llamó a todo el orbe a la Iglesia de Cristo. Soportando las vicisitudes con alegría y enfrentándose sin temor a la muerte violenta, los Apóstoles propagaron por todo el mundo el Evangelio.
Oh misterio insondable, Espíritu de Dios Creador que formó de la nada la belleza celestial, las órdenes angélicas y el cortejo de las estrellas brillantes y conjugó en una maravillosa unión la carne y el espíritu creando al ser humano.
Espíritu eterno, ha dado vida a todo y a todos y de El surgió toda la belleza de la creación, desde las altas montañas a los profundos abismos. Asombrados por su grandeza le cantamos junto a todas las creaturas diciendo:
Ven a nosotros, y llénanos de tu sabiduría.
Ven, pues Tú eres la hermosura tanto de la pequeña flor como de las estrellas lejanas.
Ven, diversidad de la indescriptible belleza eterna.
Ven y enséñame a cumplir en toda tu santa voluntad.
Ven y recréanos en Cristo.
Ven Espíritu Santo y permanece en nosotros
Espíritu lleno de infinita bondad, Tú descendiste sobre la Virgen purísima, fecundando su seno purísimo y llenándola del esplendor inaccesible de Dios, haciéndola Madre del Logos, Reina de los ángeles y Fuente de nuestra salvación. Llenaste a los Profetas y Apóstoles de una fuerza sobrenatural, llenando sus corazones de la belleza celestial y dando a sus palabras una pasión ardiente que atrajera a los hombres a Dios.
Oh fuente de amorosa luz que nos salva, Vivificador Espíritu, por tu poder insondable acelera la destrucción del mal y revela el eterno triunfo de la Verdad divina. Que Dios sea todo para todos y que todas las criaturas, en el cielo y en la tierra proclamen: ¡Aleluya, aleluya, Aleluya!
Venid fieles a celebrar el descenso del Espíritu Santo que el Padre derrama sobre los Apóstoles. El cubre toda la tierra con el conocimiento de Dios haciéndonos dignos de la vida de la gracia y de la gloria del cielo. Él es el que nos santifica y nos permite exclamar:
¡Ven Espíritu Santo y permanece en nosotros!
Fuentes consultadas:
Himno Akáthistos. Introducción, Traducción y Notas de Gabriel Sergio Díaz Patri.
https://cristoesortodoxo.com/2016/06/20/akacisto-al-espiritu-santo/
https://www.mercaba.org/DicMA/A/akathistos.htm
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