Dios,
Jesucristo, en su oración final antes de morir prometió a quien hubiese vivido
la unidad con Dios, con el Padre y también
entre hermanos, la plenitud de la
alegría, y es así, es así…. Aquella frase del Salmo que dice: “qué hermoso y feliz es que los hermanos vivan
juntos” se verifica. La alegría es uno
de los dones del Espíritu Santo.
Nosotros, como
cristianos, no tenemos únicamente el amor natural del papá, de la mamá, de los
hermanos, de los amigos, tenemos un amor sobrenatural que es una participación
del mismo amor de Dios.
De hecho el
Espíritu Santo difunde en nosotros el amor mismo de Dios. Es por esto que a
menudo subrayamos las grandes características que tiene este amor. Por ejemplo,
es un amor que ama a todos, no sólo a los hermanos, sino a todos: al inglés, al
italiano, al francés, que ama al blanco, al negro, al amarillo, que ama al
pequeño, al grande, al casado, al virgen… que ama a todos, a todos. Y este es
uno de los puntos que nos sostienen en nuestra revolución cristiana, este amar
a todos, a todos, todos!.
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Otro punto de
este amor es que siempre es el primero en amar. Nosotros amamos a todos también
porque Dios Padre manda el sol y la lluvia a los buenos y a los malos, lo dice
el Evangelio. Entonces es necesario amar a todos, también a los enemigos, es
necesario amar a todos.
Después, gracias
a este amor, se tiene la fuerza de ser los primeros en amar. En cambio en el
mundo ….. se ama si se es amado.
Es también un
amor concreto; usted ve todas las obras de amor, de caridad que hay en el
mundo, no es un sentimentalismo, un amor platónico, un amor… es un amor con
hechos.
Y es un amor
que, si tú amas, se vuelve recíproco: es el amor, el tesoro del cristianismo,
lo más hermoso que Jesús ha traído a la tierra: el amor recíproco. Y aquí nace
la fraternidad universal entre todos, aquella fraternidad universal en la que
el Movimiento está comprometido, con los de otras religiones, y con los que no
tienen fe; todos, todos….[1].
Material
aportado por la Sra. Gloria Chale
Tercera
entrega
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