En la tradición bizantina, el tercer domingo del gran ayuno de Cuaresma estÔ dedicado a la veneración de la Cruz del Señor. Esta no es la única fecha del año litúrgico en el que se conmemora la Cruz ya que, como en la iglesia romana, es el 14 de septiembre cuando se celebra su exaltación universal. En nuestro calendario también hay otras dos fechas: el 7 de mayo, para conmemorar la aparición de la cruz sobre la ciudad de Jerusalén en 351, y el 1 de agosto, cuando la reliquia de la Santa Cruz fue llevada en procesión por las calles de Constantinopla para proteger a la población de enfermedades; ademÔs, no deja de ser venerado los miércoles y viernes de cada semana.
A mitad del camino cuaresmal se nos invita a levantar la mirada hacia la Cruz: esa Cruz que de instrumento de infamia y muerte se ha convertido en sĆmbolo de la fe de los cristianos; esa Cruz que el SeƱor transformó de madera tosca en llave que abre las puertas del ParaĆso, en palanca que desquicia las puertas del infierno, como apoyo para levantar al AdĆ”n caĆdo; esa Cruz, que como un Ć”rbol fue plantada en esta tierra para que bajo su sombra haya descanso del sufrimiento; esa Cruz que nos recuerda la Pasión del SeƱor, y que nos presenta su ejemplo, nos anima a seguirlo en la lucha y el sacrificio; esa Cruz que nos recuerda que toda la Cuaresma es un perĆodo en el que estamos crucificados con Cristo, y que el camino de la Vida pasa por el sufrimiento, que el SeƱor mismo conoció, por la infamia que el SeƱor experimentó en Ć©l, por la desnudez, que el SeƱor no pudo ocultar en Ć©l.
SĆ, esa Cruz que llevó el SeƱor, que hoy veneramos y glorificamos junto con su santa resurrección.
Adoramos tu Cruz oh Soberano!!! y glorifiquemos tu santa resurrección.!!!
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