lunes, 8 de julio de 2024

Independencia y Vidas consagradas

El 9 de julio de 1816 el Congreso declara la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América. Se aspiraba a una unión americana mayor entre los territorios de América del Sur.

14) Imagenes y Postales de dia de la independencia argentina para ...

Mencionaremos a continuación a personas consagradas, entre los 29 Congresales que firmaron el Acta de la Independencia de 1816 y que, a su vez abrazaron la causa independentista:

Fray Justo de Oro nació en San Juan en 1772. Impulsado por su vocación eclesiástica, realizó estudios en el convento de Santo Domingo en San Juan, y en la Recoleta Dominicana de Santiago de Chile. Cumplió en el Congreso una actuación destacada, antes de desvincularse del Cuerpo Soberano en 1817 a raíz del traslado a Buenos Aires. Es recordada su crítica a la moción de la monarquía incaica, ante lo cual en sesión del día 15 de julio se retiró del recinto argumentando que la temática no podía tratarse sin consultar claramente a los pueblos. También fue el responsable de que el Congreso designara a Santa Rosa de Lima como patrona de la independencia.

José Ignacio Thames nació en San Miguel de Tucumán en 1762. Estudió en la Universidad de Córdoba. Posteriormente fue ordenado sacerdote, estableciéndose en Salta, donde alcanzó el cargo de Canónigo de la Catedral en 1813 por decreto de la Asamblea, en reconocimiento a los servicios prestados a la causa revolucionaria. Fue presidente de la Junta Electoral de Salta.

Antonio Saenz nació en Buenos Aires en 1780. Estudió en el Colegio de San Carlos y luego continuó su formación en la Universidad de Charcas donde realizó estudios eclesiásticos y jurídicos. De regreso a Buenos Aires fue ordenado sacerdote en 1806. En 1806 fue designado defensor de pobres en lo civil y defensor general de los derechos y acciones de la Catedral y del venerable Cabildo Eclesiástico. Integró la Sociedad Patriótica que era dirigida por Bernardo de Monteagudo y fue uno de los redactores del proyecto de Constitución de las Provincias Unidas del Sud. En enero de 1815 llegó a San Miguel de Tucumán con sus compañeros de diputación.

Fray Cayetano José Rodríguez nació en San Pedro, provincia de Buenos Aires, en 1761. Hizo sus primeros estudios en el convento franciscano de Buenos Aires. Se doctoró en la Universidad de Córdoba y fue ordenado sacerdote. Fue el periodista de las Asambleas, el director de los dos Redactores, el de la Asamblea del Año XIII y del Congreso Nacional reunido en Tucumán. Propulsor de la educación, contribuyó con su discípulo Moreno y con su amigo Chorroarín al establecimiento de la Biblioteca Pública, fundada por la Junta y de la que fuera el primer bibliotecario. Después del Congreso, Rodríguez volvió a sus responsabilidades religiosas y públicas.

Pedro Ignacio de Castro Barros nació en 1777 en Chuquis, La Rioja. Estudió en Santiago del Estero y fue pupilo en el Colegio de Monserrat en Córdoba. El 30 de julio de 1800 retomó las sagradas órdenes. Ejerció como profesor en la Universidad de Córdoba de la que fue designado consiliario. Producida la Revolución de Mayo adhirió a ella. Fue de los diputados que llegaron con antelación a la apertura de las sesiones y fue comisionado en gestión ante Güemes para buscar acuerdos con respecto al cambio de jefe del Ejército del Norte ya que las relaciones del caudillo salteño con Rondeau eran de hostilidad.

Miguel Calixto del Corro nació en Córdoba en 1775. Cursó estudios preuniversitarios en el Colegio de Monserrat y en la Universidad de Córdoba se doctoró en teología en 1798. Consagrado sacerdote en 1800, vicario provisor del obispado y canónigo magistral de la Catedral cordobesa.

Manuel Antonio de Acevedo y Torino nació en Salta en 1770. Estudió en Córdoba, en cuya universidad se graduó de doctor en ambos derechos. Fue ordenado sacerdote por el obispo de Tucumán Monseñor Ángel Mariano Moscoso en 1795. Fervoroso partidario de la causa patriota, estuvo con Belgrano en Tucumán, curando heridos, fue canónigo honorario del Cabildo Eclesiástico de Salta y miembro del Venerable Capítulo. Fue uno de los primeros oradores del Congreso en la cronología y en la jerarquía. El 25 de marzo pronunció un discurso en referencia al inicio de las sesiones del Congreso.

José Eusebio Colombres Thames nació en Tucumán en 1778. Realizó sus estudios secundarios y universitarios en Córdoba, donde doctoró en teología en 1803, año en el que también recibió las sagradas escrituras. Fue párroco de Piedra Blanca cuando se realizaron las elecciones para diputados por Catamarca al Congreso de Tucumán. Poco después de declarada la Independencia, Colombres renunció a su representación y regresó a Catamarca. Se lo ha llamado “El vencedor de la miseria en Tucumán”, pues allí fue el propulsor de la industria azucarera que basamentó la economía tucumana.

Pedro Francisco de Uriarte nació en 1758. Hizo sus primeras letras en la escuela franciscana de Santiago del Estero y los de Artes y Teología en Córdoba, donde también fue ordenado sacerdote. En Buenos Aires fue capellán de la famosa Casa de Ejercicios fundada por la beata María Antonia de la Paz y Figueroa, y a fines de 1793 fue destinado al curato de Loreto. Fue elegido diputado por Santiago del Estero ante la Junta e incorporado a la llamada Junta Grande. Devolvió al Cabildo la mitad de los recursos que se habían dado para viáticos por lo que el cuerpo capitular, en acuerdo del 2 de junio de 1812, le dio gracias en nombre del pueblo. La ciudad de Santiago y nueve curatos rurales lo eligieron diputado al Congreso de Tucumán el 3 de octubre de 1815.[1]

Con motivo del bicentenario de nuestra Independencia, los obispos que integran la CEA. recordaron al pueblo argentino,las raíces católicas de nuestra Patria, que la vemos en la participación activa de hombres  como  se citó más arriba.

"Para vivir dignamente en esta casa de familia, que es nuestra patria, debemos cuidarla entre todos de algunos males que la amenazan.

El principal de nuestros males: el desencuentro que no nos deja reconocernos como hermanos. Ese desconocimiento corre el riesgo de convertirse en desprecio del otro…. El desprecio del otro, consecuencia del desencuentro, es causado y corre el riesgo de ir en aumento, por una creciente clausura del hombre a la trascendencia. La verdadera libertad, que crea las condiciones del encuentro entre las personas, conlleva necesariamente la apertura a Dios, como Aquel con quien es posible establecer un verdadero vínculo personal, amoroso y libre, que es la base para iluminar y dar sentido a la vida del hombre, de la familia y de los pueblos"[2]

"¡Cuánto debemos recoger hoy de la sabiduría popular! ¡Cómo nos debilitamos cuando la abandonamos! Pero pedimos también la Sabiduría divina como guía en nuestro camino de Nación. La lectura bíblica del libro de los Proverbios nos presenta poéticamente a la Sabiduría personificada, como la primera creatura de Dios, y hablándonos para que nos hagamos partícipes de la Sabiduría divina. Ella sale a los cruces de los caminos para anunciar su mensaje, llama a la prudencia y a la sensatez, se presenta unida a la sagacidad y a la reflexión, prefiere la verdad, propone la justicia en medio de las sendas de la equidad, como valores más altos que el oro y la plata. Detesta la soberbia, el orgullo, la mala conducta y la boca perversa, invita a los soberanos a gobernar y decretar justicia guiados por ella"[3]

"Ahora nos toca a nosotros, los que vivimos en este siglo XXI, asumir el compromiso como ciudadanos de seguir forjando esta noble Nación”.[4]

 


[2] Mons. Andrés Stanovnik (Corrientes)CEA

[3] Mons. Luis Collazuol (Concordia)CEA

[4] Mons. Rodolfo Uriona (Villa de la Concepción del Río Cuarto)CEA

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