miércoles, 15 de marzo de 2023

La importancia del corazón: “misericordia quiero y no sacrificios”

El sacerdote y el levita: El predomino de formalismo a la misericordia

El hombre asaltado y golpeado es un judío, y mientras que quien ofrece ayuda gratuita es un samaritano. Entre estos dos grupos existía una intensa hostilidad racial. El autor del libro de Eclesiástico, judío Ben Sirá, el hombre culto y de mucha experiencia, y conocedor, por sus viajes, de diversos pueblos y culturas describe a los samaritanos como “el pueblo necio” a quien “su alma detesta” (Eclo 50, 25-26). Se sabe incluso que a los judíos les estaba prohibido p.ej. decir amén al final de la oración presentada por un samaritano.


Había también opiniones contrarias entre los judíos; algunos pensaban que los samaritanos debían ser tratados como israelitas. En ambos casos, durante la vida de Jesús, los samaritanos eran considerados “extraños”.

Hay también otra explicación y en consecuencia otra lección para nosotros, que va todavía más allá. Es muy probable que ambos: sacerdote y levita, fueran rumbo a Jerusalén a oficiar en el Templo, por su parte la ley establecía que quien tocara un cadáver ensangrentado quedaría impuro hasta la noche y obviamente alguien impuro no podía participar de los rituales religiosos.


La imagen de la balanza (entre) el espíritu y la letra es uno de los pilares de la enseñanza de Jesús y también del Antiguo Testamento: “misericordia quiero y no sacrificios (Os: 6,6).

Es por eso que el simbolismo del sacerdote y el levita no es solamente de impiedad ni de crueldad, a lo mejor ni mucho menos. Sino de anteponer formalismos rituales a la misericordia y el perdón.

Más importante que los pensamientos sabios y las argumentaciones elaboradas por la mente es la sacudida de las entrañas. La razón es la del corazón. El intelectual se salva solamente cuando arriesga su corazón. Si no tiene miedo de amar. Cuando baja de la cátedra y se mancha las manos. Cuando siente todavía un estremecimiento del corazón. 

Porque el conocimiento de Dios pasa necesariamente por conocimiento del hombre. Dicho en otras palabras: lo que Dios nos pide –según Jesús- no es que seamos “religiosos”, sino que seamos “humanos”, viviendo la compasión hacia los otros.

En el icono del buen samaritano se nos presenta a Jesús-Amor. Amor que en el fondo, pasando por medio de los personajes principales y hasta en lo que se pueda intuir en lo más allá de una imagen, siempre está presente. Es un Amor que invita, empuja a actuar.

Es un Amor que estremece el corazón. Que es más fuerte que puros razonamientos y no se dobla delante de las exigencias de la ley.

Y por fin es un amor que pasa más allá de nuestra realidad.

Jesucristo reflejado en la totalidad del Amor en ese icono, se vuelve para nosotros la meta, y
 la plenitud del nuestro camino.

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