martes, 19 de abril de 2022

La Comunidad San Jorge de Rosario a Su Obispo


En nombre de la sociedad de nuestra ciudad en general, y de la comunidad que alberga la Parroquia Católica “San Jorge” en particular, nos resulta sumamente grato agradecer la distinción que días atrás le fuera otorgada por las autoridades del Concejo Municipal a Monseñor Ibrahim Salaméh Karam (M.S.P.), en relación a la labor pastoral desarrollada a favor del diálogo interreligioso e integración cultural  entre fieles cristianos procedentes de la comunidad árabe. 

Nunca más merecida y de estricta  justicia la iniciativa del otorgamiento de tan importante reconocimiento. 
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Es que parece que hubiera sido ayer, cuando en realidad ya han transcurrido más de tres décadas desde aquel lejano día en que un joven sacerdote, con la vocación misionera de propagar la fe cristiana por todos los rincones del  mundo, como lo hicieran hace más de dos mil años atrás los primeros apóstoles y sus discípulos, fuera enviado por su Congregación Paulista a la remota ciudad de Rosario. 

Dejó así atrás su amada Patria (Siria), cuna de civilizaciones hoy devastada por la intolerancia de los poderosos, también sus seres más queridos, sus amistades, su rica lengua natal, sus tradiciones y costumbres provenientes de Medio Oriente, en definitiva ni más ni menos que sus más íntimos afectos,para trasladarse a un continente desconocido, el de la esperanza renovada en una nueva humanidad, pero de cultura muy diferente, que no obstante lo albergó con la generosidad con que en estas tierras siempre es recibido todo visitante, es decir con los brazos abiertos. 

En consonancia con los infinitos dones recibidos del Altísimo prontamente se integró a nuestra comunidad, y se hizo uno más de nosotros. 

Es que en los comienzos de su tarea apostólica, la Parroquia congregaba en su inmensa mayoría a la colectividad sirio-libanesa. Pero con el transcurso del tiempo, y mediante su particular carisma para atraer a otras comunidades de distinta nacionalidad, Abuna Ibrahim logró transformarla en un mosaico de culturas. 

Así concretó con espíritu evangelizador la noble tarea de integrar dos mundos diversos, el oriental impregnado de su milenario rito bizantino, único en la ciudad de Rosario, y el occidental  receptor de la fe cristiana transmitida por el Apóstol de los gentiles. 

Es por eso que hoy no nos llama la atención que puedan coexistir en nuestra Parroquia, en íntima comunión, descendientes de distintas nacionalidades.   Ahora bien, no podemos desconocer que ante el portentoso desarrollo tecnológico y digital que caracteriza la civilización de nuestro tiempo, el hombre sin embargo cada día se aleja más de su creador como fuente  inspiradora de toda razón y justicia y en su  consecuencia, de los auténticos valores éticos que le dan trascendencia y sentido a la vida humana. 

En efecto, así se observa entre otros múltiples aspectos, en la globalización de la indiferencia, la cultura de la    muerte, reflejada en el aumento del  narcotráfico, la trata y la violencia de género, el constante rechazo a las leyes que gobiernan el mundo de la Naturaleza, como la contaminación del medio ambiente, el abandono de los más vulnerables, como nuestros ancianos, considerados como objeto de descarte, el desprecio por educar a nuestros jóvenes en los auténticos valores del humanismo, la grave crisis que afecta la institución de la familia como célula  básica de la sociedad, la violación de los derechos humanos, la creciente brecha entre menor cantidad de pueblos cada vez más ricos y mayor cantidad de naciones cada vez más pobres, en fin, la intolerancia de los poderosos en la sincera búsqueda de una paz duradera entre los pueblos del mundo. 

Pero Dios que no se deja ganar en generosidad nunca nos abandona y como en todos los tiempos de la  historia, nos conduce a través de la barca de Pedro por el camino de la auténtica verdad mediante el surgimiento de líderes espirituales predicadores del amor fraterno y la enseñanza de los verdaderos valores del humanismo. 

Es el caso del ciudadano que hoy nos honra distinguir con su presencia en esta cena de camaradería. Sus innumerables actividades pastorales, que se reparten en distintos grupos a su  cuidado espiritual, particularmente en la atención de los más carenciados, con el pensamiento siempre renovado en lo que dijo el Señor, "Quien pone la mano sobre el arado y mire hacia atrás no es digno de mi", poco tiempo atrás tuvo otro merecido reconocimiento cuando fuera designado por el actual Papa Francisco como Obispo greco-melquita para los residentes en la República Argentina. 

Entrañable Abuna Ibrahim, nunca nos deje, por cuanto nos hace falta como el agua para abrevar nuestra sed, como el maestro para enseñar, como el médico para restañar nuestras heridas espirituales, ya que usted puede reemplazar a todos, pero ninguno lo puede reemplazar. 

Aunque el deseo íntimo de esta comunidad es que continué por otros tantos años más, ya puede decirse que se ha hecho realidad en su persona, las  palabras del Apóstol Pablo cuando en la Epístola a su amado discípulo Timoteo le manifestara: “he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe”. 

Para concluir, en nombre de toda esta comunidad lo felicitamos desde lo más profundo de nuestro corazón por la merecida distinción que le fuera otorgada, exhortándolo a que continúe acompañándonos en su noble apostolado, que Dios lo colme de la abundancia de sus bendiciones y como reza un  antiguo proverbio árabe le conceda: salud y larga vida. 

                                                                                                                 Dr. Oscar Lovesio

Revista Allah Mahabba. Año XVII. Setiembre 2017. Edición Digital

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