Compartimos con ustedes parte de una entrevista realizada a Chiara
Lubich, fundadora del movimiento de Los Focolares, acerca de su experiencia mística del encuentro con Nuestro Señor!
¿Podría decirme cuándo sintió por
primera vez este inmenso amor por Dios?
Chiara:
Siempre
tuve una fe fuerte, nací con la fe,
y junto a la fe, estaba el amor por Dios. Pero lo conocía un poco como todos:
lejano, quizá más allá de las estrellas, así. Mientras, en cambio, el momento
fulminante fue a los 23 años, cuando comenzó a funcionar este carisma. Allí las
cosas fueron así: enseñaba en un pequeño
orfanato, y un día pasó un sacerdote por allí; me había visto quizá rezar
en la Iglesia ,
no lo sé, y me hizo salir del aula y me dijo: “Señorita, ¿puede ofrecer una
hora de su tiempo para mi ministerio a Dios?” Yo, delante de un sacerdote tenía
tal fe en Dios, en la Iglesia ,
que dije: “También toda la jornada”. Y él quedó impresionado y me hizo
arrodillar y diciéndome: “Dios la ama inmensamente”. Y yo creí, era como si
Dios me lo dijera a través de esta figura.
Recuerdo que, desde ese momento Dios,
que antes advertía, sí en el tabernáculo pero también lejano, lo sentí cercano,
y
he visto que todas las circunstancias son guiadas por Él, que es realmente
Aquel que guía la historia grande y la pequeña historia de cada uno de nosotros;
que Él es amor y detrás de todo está el amor, que todo es amor, incluso aquello
que alguna vez se presenta como negativo, porque Dios lo permite para un bien
mayor. Naturalmente lo permite para aquellos que creen en Él Amor.
Y
recuerdo que por la fuerte impresión de ese “Dios te ama inmensamente”, yo lo
dije a todos: lo dije a mis compañeras, a mi madre, escribía cartas a mi
hermano y a mis hermanas. Y así nacieron también mis primeras amigas, porque: “Sabes que Dios te ama…” “Dios nos ama, Dios nos ama inmensamente”. Hemos
creído en el amor. Tanto que estábamos en
guerra, podíamos morir de un momento a otro, y nosotras hemos dicho: “Si
muriéramos, querríamos ser sepultadas en una única tumba con un epígrafe: “hemos creído en el Amor”.
Y
así, mientras que antes nuestra vida estaba casi como cubierta por un sentido
de orfandad, después hemos encontrado al Padre, hemos encontrado a Dios, y fue
allí donde comenzó nuestra revolución cristiana.
Por
otra parte, el kerigma, es decir, el anuncio en nuestra Iglesia, de nuestra fe
es justamente: “Dios te ama, Dios ama al hombre. En efecto, por amor te ha creado,
por amor ha mandado a su hijo a morir por ti, por amor te prepara una eternidad
de felicidad; por amor”. Por lo tanto, el Espíritu Santo, que sabía cómo se
anuncia, nos anunció en el modo justo.[1]
PRIMERA ENTREGA
Texto Suministrado por la Sra. Gloria Chale
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