martes, 31 de octubre de 2023

El clamor de la tierra y de los pobres

Parte II. Ecología Integral.
“Hoy el pecado se manifiesta con toda su fuerza de destrucción en […] las diversas formas de violencia y maltrato, el abandono de los más frágiles, los ataques a la naturaleza” (LS 66)
Los clamores amazónicos reflejan tres grandes causas de dolor: 
  • la falta de reconocimiento, demarcación y titulación de los territorios de los indígenas que son parte integral de sus vidas; 
  • la invasión de los grandes proyectos llamados de “desarrollo”,y 
  • la contaminación de sus ríos, de su aire, de sus suelos, de sus bosques y el deterioro de su calidad de vida, culturas y espiritualidades. 
La encíclica Laudato Si’ (nn. 137-142), introduce el paradigma relacional de una ecología integral como articulación fundamental de los vínculos que hacen posible un verdadero desarrollo humano. Los seres humanos somos parte de los ecosistemas que facilitan las relaciones dadoras de vida a nuestro planeta, por lo que el cuidado de dichos ecosistemas es esencial. Y es fundamental tanto para promover la dignidad de la persona humana y el bien común de la sociedad, como para el cuidado ambiental.

Para cuidar la Amazonía, las comunidades aborígenes son indispensables interlocutores, pues son precisamente ellos quienes normalmente mejor cuidan sus territorios (cf. LS 149). De allí que, al comienzo del proceso sinodal, el papa Francisco, en su primera visita a tierras amazónicas, se dirigió a los líderes indígenas locales diciéndoles: “he querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas” (Fr.PM).
La tala masiva de árboles, el exterminio del bosque tropical por incendios forestales intencionados, la expansión de la frontera agrícola y los monocultivos son causa de los actuales desequilibrios regionales del clima, con efectos evidentes en el clima global, con dimensiones planetarias tales como las grandes sequías e inundaciones cada vez más frecuentes. El papa Francisco menciona las cuencas del Amazonas y el Congo como ‘el pulmón del mundo’, subrayando la urgencia de protegerlas (LS 38).

La Iglesia debería asumir en su misión el cuidado de la Casa Común:

a)      Proponiendo líneas de acción institucionales que promuevan el respeto del ambiente.

b)      Proyectando programas de formación formales e informales sobre el cuidado de la Casa Común para sus agentes pastorales y sus fieles, abiertos a toda la comunidad en “un esfuerzo de concientización de la población” (LS 214) en base a los cap. V y VI de la Encíclica Laudato sì.

c)      Denunciando la violación de los derechos humanos y la destrucción extractivista.

En el territorio de la Amazonía existen, según datos de instituciones especializadas de la Iglesia (Ej. CIMI) y otras, entre 110 y 130 distintos Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario o “pueblos libres”. Ellos viven al margen de la sociedad o en contacto esporádico con ella. No conocemos sus nombres propios, idiomas o culturas. Por eso también los llamamos “pueblos aislados”, “libres”, “autónomos” o “pueblos sin contacto”. El riesgo de la violencia contra las mujeres de estos pueblos se incrementó por la presencia de colonos, madereros, soldados, empleados de las empresas extractivas, todos en su mayoría hombres. En algunas regiones de la Amazonía, el 90% de los indígenas asesinados en las poblaciones aisladas han sido mujeres. 
También los jóvenes se desplazan en busca de empleo o subempleo para ayudar a mantener lo que queda de la familia, abandonando sus estudios primarios, sometiéndose a todo tipo de abuso y explotación. En muchas regiones de la Amazonía, estos jóvenes son víctimas del tráfico de drogas, de la trata de personas o de la prostitución (masculina y femenina).

La Amazonía figura entre las regiones con mayor movilidad interna e internacional en América Latina. “Las ciudades parecen ser una tierra sin dueño. Son el destino al que se dirige la gente, después de haber sido desalojada de sus territorios. La ciudad debe entenderse desde este modelo de explotación que vacía los territorios para apropiarse de ellos, desplaza a las poblaciones y las expulsa hacia la ciudad”.
El proyecto de introducir la Amazonía en el mercado globalizado produjo más exclusión, así como también una urbanización de la pobreza. 

“Jesús mismo nace en una familia modesta que pronto debe huir a una tierra extranjera” (AL 21)

La multiculturalidad de la Panamazonía es riquísima.
Los pueblos amazónicos no son ajenos a la corrupción, y se convierten en sus principales víctimas.
Frente a la ‘cultura del descarte’ (cf. LS 22) los discípulos de Cristo están llamados a promover una cultura del cuidado y de la salud. 
El cuidado de la salud de los pobladores implica un conocimiento detallado de las plantas medicinales y otros elementos tradicionales que son parte de procesos de curación. Para ello, los pueblos indígenas cuentan con personas que a lo largo de sus vidas se especializan en la observación de la naturaleza, escuchando y recogiendo el conocimiento de los mayores, sobre todo de las mujeres.

Pero no son sólo las hierbas medicinales y las medicinas las que ayudan a sanar. El agua y el aire limpios, y la alimentación sana, fruto de sus propios cultivos y de la recolección, de la caza y de la pesca, son condición necesaria para la salud integral de los pueblos indígenas. Por lo cual, se propone exigir a los gobiernos una estricta regulación de las industrias y la denuncia de aquellas que contaminan el ambiente. Por otra parte, se sugiere generar espacios de intercambio y acompañamiento educativo para recuperar los hábitos del “buen vivir”, generando así una cultura del cuidado y de la prevención.

A través de la mutua escucha de los pueblos y de la naturaleza, la Iglesia se transforma en una Iglesia en salida, tanto geográfica como estructural; en una Iglesia hermana y discípula a través de la sinodalidad. Así lo expresó el papa Francisco en la Constitución Apostólica Episcopalis Communio: “El Obispo es, simultáneamente, maestro y discípulo [...]. Es discípulo, cuando él, sabiendo que el Espíritu es concedido a cada bautizado, se coloca a la escucha de la voz de Cristo que habla a través de todo el Pueblo de Dios” (EC 5). Él mismo se hizo discípulo en Puerto Maldonado al expresar su voluntad de escuchar la voz de la Amazonía.
 Breve Reseña
Instrumentum Laboris
Parte II

Fuente Digital: 
http://www.sinodoamazonico.va/content/sinodoamazonico/es/documentos/instrumentum-laboris-del-sinodo-para-la-amazonia.html

domingo, 22 de octubre de 2023

El culto a las imágenes y los Santos Padres de la Iglesia Oriental

Entre el siglo VIII y mediados del XI, el Imperio atravesó sucesivamente una de sus peores crisis internas, marcada por la querella religiosa en torno al culto a las imágenes, y por un periodo de recuperación que llevaría a la gran época de la dinastía macedónica.
 


El cambio de las circunstancias políticas es compatible con una gran estabilidad en las características de Bizancio como civilización, que en aquellos siglos logró también muchos de sus mejores frutos. El mundo en torno al Imperio se modificó también a lo largo de aquel tiempo aunque los ámbitos de la acción militar y diplomática de éste no.

Los emperadores de Constantinopla tuvieron que aceptar, además, la realidad del nuevo imperio occidental, y hacer frente al problema del choque, cada vez más intenso, entre las concepciones eclesiásticas de griegos y latinos, manifestadas en enfrentamientos y en la construcción de sendas áreas de influencia y misión: en la bizantina entraron gran parte de los Balcanes eslavos y búlgaros, y también la naciente Rusia de Kiev.

A comienzos del siglo V, en contra de la opinión y praxis de san Epifanio, muchos Santos Padres se refieren ya a las imágenes sin manifestar  ningún rechazo hacia ellas. 

El culto de las imágenes empieza por la cruz. Y no sólo el madero de la cruz de Jesús descubierto por santa Elena, que es venerado como una  reliquia auténtica, sino el signo de la cruz propiamente dicho, que empieza a multiplicarse: Prudencio habla de la cruz que los emperadores llevan sobre la corona (Apotheosis 448); y Teodoreto de Ciro habla de la veneración del signo, no de la reliquia de la cruz (Graec. Af. Curatio IV). 

Pero todos los testimonios de imágenes pintadas, de este tiempo, se refieren más al uso que al culto.

Los testimonios que garantizan la existencia del culto de las imágenes de Cristo, de la Virgen y de los santos son más bien escasos hasta el siglo VI. A finales de esta centuria, Leoncio, obispo de Neápolis (Chipre), defiende a los cristianos contra las acusaciones de los judíos, que los tachaban de idólatras por el culto que tributaban a las imágenes; y él fue quien trazó las primeras líneas de una teología del culto a la cruz y a las imágenes (Discurso 50).

San Gregorio Magno (+ 604) corrige a Sereno, obispo de Marsella, el cual había destruido algunas imágenes por miedo a que el pueblo cayese en la idolatría. 

Se puede afirmar que fue este papa quien explicitó definitivamente la doctrina ortodoxa relativa al culto de las imágenes cuando afirmaba: «Una cosa es adorar las imágenes, y otra distinta venir en conocimiento, por medio de ellas, de lo que se ha de adorar. 

Resultado de imagen para san gregorio de nisa, las imágenes perpetúan de algún modo la potencia divina
Lo que la Escritura es para el lector, eso mismo es la imagen para quienes no saben leer. No cabe duda de que no es desacertado elevarse por lo visible a lo invisible» (Epist. 11).

San Gregorio de Nisa ya había llamado a las imágenes la Biblia de los  pobres y de los ignorantes. San Basilio atribuía a la pintura la misma función que a la palabra: la pintura, es decir, las imágenes, hacen visible, a través de la imitación, cuanto el  discurso manifiesta a través del oído (PO 31,524).

Las imágenes son como un libro abierto que estimula al deseo de las realidades espirituales. Por eso, él prefería que las basílicas fuesen  decoradas con escenas bíblicas y alegóricas. San Nilo aconseja al emperador Olimpiodoro que, en vez de pinturas simplemente ornamentales de animales y plantas, pinte escenas del Antiguo y Nuevo Testamento que sean aptas, a la vez, para instruir a los analfabetos y para transmitirles deseos del cielo.

Pero, por encima de todos los Padres de la Iglesia oriental, fue san Juan Damasceno quien, siguiendo el pensamiento de la Iglesia occidental, mejor planteó el tema de la veneración de las imágenes: «Hubo un  tiempo en que no se hacía imagen alguna de Dios, dado que él existe sin cuerpo ni figura. Ahora, en cambio, después de haberse manifestado en la carne y de haber vivido con los   hombres, hago objeto de imagen cuanto de Dios es visible. No adoro la   materia, sino al creador de la         materia… No dejaré de honrar la  materia que sirvió de instrumento  para procurarme la salvación» Orat. I.


Según san Juan Damasceno, las imágenes perpetúan de algún modo la potencia divina, presente en los santos cuando estos vivían en la tierra: «Durante la vida, los santos estaban llenos del Espíritu Santo, y en la muerte, la gracia del Espíritu Santo perdura inseparable en sus almas, en sus cuerpos, en los sepulcros y en las santas imágenes que los representan, no, por cierto, en el plano de la esencia, sino en aquel de la gracia y de la acción» (ibid).




Sitio digital:
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