Tienen una profunda vinculación, hacen presentir el prometido Reino del Inmaculado Corazón de María.
8.000.000 de peregrinos llegan -en tiempos normales sin pandemia- a la
Gruta de Massabielle, a orillas del río Gave, en Lourdes, región de los
Pirineos de Francia. Llevan sus enfermedades viajando de los lugares más
recónditos, arriban donde, la “Señora vestida de blanco”, se apareciera
en 18 oportunidades a la rústica campesina de 14 años, Bernadette
Soubirous. Todo comenzó un 11 de febrero de 1858.
Maravillosa fuerza de
atracción testimoniada por asombrosos milagros. A fin de eliminar dudas
y demostrar la insondable compasión de María Santísima, la Iglesia
instituyó un comité médico que analiza los enfermos antes de ser bañados
en el agua de la fuente curativa. Se han registrado más de seis mil
curaciones inexplicables para la medicina; si bien que consideran 64 los
milagros reales indiscutibles.
“El milagro me aplastaba”
En aquellos tiempos,
un impío famoso escritor francés fue de incógnita, con la intención de
recoger informaciones para un libro contra los prodigios de Lourdes.
Viendo la fe fortalecida y la esperanza, que no se quebraba, al volver a
París dijo para sus íntimos: “Yo hui, porque el milagro me aplastaba”.
Elevado comentario
hacía el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira por la década del 60: “Lourdes
concede al enfermo una tal conformidad con el padecimiento que no se
tiene noticia de que alguien, allí estando y no siendo curado, tomase
una actitud de rebeldía. Por el contrario, las personas retornan a sus
lugares inmensamente resignadas, satisfechas por haber podido hacer su
visita a la célebre gruta de los milagros, y contemplar la bondad de
María para con los otros infortunados que no con ellas”.
Lourdes ocupa un
puesto de grandeza entre las apariciones de los últimos dos siglos junto
a Fátima. Ambas tienen una profunda vinculación, hacen presentir el
prometido Reino del Inmaculado Corazón de María. En Fátima, la Virgen
advierte al mundo sobre la alarmante decadencia moral por la que estaba
entrando. En Lourdes, vemos la expresión de gracias mariales, a través
de conversiones y de curas portentosas, tal que se la considera como
sinónimo de milagros.
No dejan de tener un
dejo de misterio sobre “secretos” comunicados. En Fátima tres secretos
al momento conocidos. En Lourdes, la vidente recibió “tres secretos”,
además del pedido de sufrir por “un gran pecador”, que no identifica.
Transcurría el siglo
XIX, un mundo nuevo de la técnica, del dinero y de los inventos,
influenciaban el vivir de los hombres, quimeras que colocaban al margen
las enseñanzas evangélicas.
Un manantial de milagros
Las gentes piden
pruebas, como siempre. La Señora le indica dónde cavar con su mano,
hacer un hueco, del cual surgió una fuente. Bernadette bebió, mojó
también su cara, quedando con lodo. Todos se burlaron diciendo se había
vuelto loca. ¡Oh misteriosos designios de Dios! El entusiasmo sensible
decae, los espectadores se desencantan. Era un 25 de febrero.
Surgía allí el
manantial de los milagros más conocido por la humanidad, símbolo de las
inagotables gracias concedidas a todos los que allí van en
peregrinación. El agua, analizada por destacados químicos, es: virgen,
muy pura, natural, sin propiedad térmica, ninguna bacteria sobrevive a
ella. Demostrado está: uno tras otro, enfermos de todo tipo, se bañan en
las piscinas de Lourdes y no se contagian de nada.
Tres semanas después,
un 4 de marzo, la mensajera, “anónima”, ante la insistencia de
Bernardette y el requerimiento del párroco, reveló quien era: “Yo soy la
Inmaculada Concepción”, raro título para los hombres y mujeres del
momento.
Pero el “misterio” de
Lourdes queda centrado en las apariciones del 23, 24 y 25 de febrero,
en que “la Señora de blanco” le comunica tres secretos. El 23 uno que
solo a ella le concierne y que no puede revelar a nadie, y una oración
que le hacía repetir, pero que no quiso que la diera a conocer. El 24 le
reveló un secreto personal y después desapareció. El 25 le dijo: “hija
mía, quiero confiarte solamente a ti el último secreto; igualmente que
los otros dos, no los revelarás a ninguna persona de este mundo”.
La última aparición,
el 16 de julio, ocurrió discretamente. Fue a distancia, separadas por
las aguas del río Gave y las gentes que no dejaba el comisario aproximar
a la gruta.
En ciertos momentos,
de su dolorosa agonía, se le oyó decir que lo ofrecía en reparación por
el “gran pecador”. La hermana asistente le preguntó y le respondió
colocando el dedo en la boca en señal de silencio.
Bernadette había cumplido su misión
Con los años su
persona decreció, la gruta, con su fuente y sus milagros, pasaron a
primer plano. Bernardette en 1866 sale de Lourdes. Había cumplido su
misión. Cumplió, con gran entrega, todos los sufrimientos y obstáculos
puestos por el demonio durante esta etapa. Entra en la vida religiosa,
“nunca me imaginé que sufriría así”, decía, en las terribles probaciones
que padeciera; nada la hizo sufrir más que algunas monjas de su
comunidad. Exhumado su cuerpo en 1933 permanecía incorrupto. Se
convencieron que fuera “una víctima expiatoria de sus tres secretos y
del “Gran Pecador”, que nunca reveló a nadie, según el decir del
historiador Pierre Claudel en su libro “El misterio de Lourdes”.
Por el P. Fernando Gioia, EP
La Jornada Mundial del Enfermo (World Day of the Sick) se celebra todos los años el día 11 de febrero. Esta celebración fue instituida el 13 de Mayo de 1992 por el Papa Juan Pablo II
Redacción (07/02/2021 12:21, Gaudium Press. www.reflexionando.org - (Publicado originalmente en La Prensa Gráfica de El Salvador, 7-2-2021). https://i.pinimg.com/originals/86/a0/29/86a029a05c8b1cad4ab838b7c7f6172d.jpg